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De Aquí A Lima

La redención del área central

Principado y oposición deben reconducir las consecuencias de las prisas y las críticas partidistas con las que ha nacido el nuevo proyecto de ordenación o será otro fracaso

La redención del área central

Ernest Shackleton convivió con el fracaso. En 1904, el explorador se vio obligado a regresar de la primera expedición británica a La Antártida por una complicación de salud. Siete años después perdió la batalla por la conquista del Polo Sur con Amundsen, y otros cuatro años más tarde, cuando intentaba resarcirse atravesando el continente helado de punta a punta, el hielo atrapó su barco, el Endurance, y lo aplastó hasta hundirlo.

Como la de Shackleton, la historia de la ordenación del área metropolitana de Asturias se puede contar por fracasos. Las diferentes "expediciones" que han tripulado los gobiernos han marrado sin excepción desde 1961, año en que se redactó el primer Plan de Ordenación de la Comarca Central. Cincuenta y cinco años de fiasco en fiasco.

Pocos discuten la potencialidad del ocho central. Se trata de la séptima conurbación de España, que aglutina 29 municipios, 850.000 vecinos y el 90 por ciento del Valor Añadido Bruto de Asturias en un radio de apenas 30 kilómetros. A nadie se le escapa su magnetismo como imán empresarial, su atractivo para vivir con todos los equipamientos y servicios necesarios a tiro de piedra, su capacidad para acoger actividades que propician el desarrollo, su naturaleza competitiva para posicionarse dentro de las regiones en expansión de España, de la Península Ibérica, del Arco Atlántico o del sursuncorda.

Nadie discute, tampoco, que para pasar de una vez de las musas al teatro es necesario superar el fraccionamiento del territorio, resolver los problemas de congestión urbana y el crecimiento desordenado. Ni que para una conquista tan compleja se impone establecer un marco, crear un mecanismo de coordinación entre las distintas administraciones implicadas que actúe racionalizando la gran cebolla en que se ha convertido el área central, compuesta por una compleja acumulación de capas superpuestas que configuran las infraestructuras, la actividad empresarial, el desarrollo urbanístico, los servicios...

Pese a las indiscutibles obviedades resumidas, la presentación del nuevo proyecto para el área central que realizó el gobierno asturiano hace unos días -y que estudiado con detalle tiene buen aspecto y aparente consistencia- huele de nuevo a fracaso, salvo que se corrijan las actitudes de saque.

Por lo que respecta al Ejecutivo, la sensación es que al plato le ha faltado cocina. Pudiera parecer que la necesidad por aparentar actividad ante la insistente crítica opositora a la inacción, y también la presión mediática sobre la imperiosidad de abordar esta ordenación le han restado las horas de cocción que requiere un proyecto de esta envergadura, a juzgar por el escaso apoyo (autonómico y municipal) que ha obtenido la iniciativa en cuanto ha salido del horno. Poner un proyecto así en la calle sin haber explorado antes las reacciones y que salga bien es como esperar que la lluvia te lave el coche.

En la oposición, casi nadie ha estado a la altura de lo que requiere el asunto que se aborda, seguramente el más importante para el futuro de Asturias de cuantos se traten esta legislatura. Unos ponderan las diputaciones en toda España y luego aquí se llevan las manos a la cabeza por la propuesta de creación de un ente metropolitano, sin entrar a analizar siquiera el fin para el que se crea. Se limitan a desempolvar críticas manidas que buscan agarrarse a los titulares de prensa "con la obstinación de los hambrientos", que emplea para evocar intensidad en su última obra ese nuevo Delibes que es Jesús Carrasco.

Tampoco renuevan la política -otra oportunidad perdida- aquellos que ven desigualdad, injusticia social y desequilibrios en todo lo que no consideran descastado. Recitan mantras ideados incluso al otro extremo del arco político, sin pudor. Y cada vez recuerdan más a esos contertulios que al escucharlos parece que saben de lo que hablan, hasta que hablan de algo de lo que sabe quien los escucha.

Otros, deshinchados ya en el ámbito autonómico, ven en el proyecto supramunicipal una amenaza para los compañeros que sostienen sus siglas desde el panorama local, y les componen ditirambos con el parco afecto del juglar, elogiando afrentas tan valientes como que ni siquiera hayan querido sentarse a escuchar la presentación.

Y, mientras, nadie en la miscelánea política asturiana analiza, por ejemplo, si la estrategia aborda de forma adecuada el problema del transporte público en el saturado área central. O el de mercancías. O enuncia cómo, según su criterio, ha de evolucionar el urbanismo en la única zona de Asturias que seguirá creciendo en población aunque la región no lo haga. O lanza una idea para aprovechar de la mejor manera las potencialidades en materia empresarial, o energética, o de seguridad.

De nuevo estrategias partidistas por delante del interés ciudadano. De nuevo la sensación de que somos asturianos a pesar de Asturias. De nuevo la evocación del verso de Dylan: "si no crees que este paraíso tiene un precio, recuérdame que te enseñe las cicatrices".

Shackleton se convirtió en un héroe al volver de aquella fallida expedición del Endurance. Viajó a pie durante dos años, arrastrando los botes por el hielo, casi sin provisiones ni ayuda y, cuando lo daban por muerto, logró llegar a tierra firme con todos sus hombres a salvo. El sentido legendario de la expedición se estudia hoy en las escuelas de negocios porque cruzar la Antártida hubiera sido heroico, pero volver vivo sin barco fue sublime.

Para convertir el fracaso en éxito no hace falta acudir a la épica, ni arrastrar botes por el hielo, ni salvar vidas. En estos tiempos en los que, como en el país de Alicia, tenemos que correr a toda velocidad para poder permanecer en el mismo lugar, no tendría que ser mucho pedir encontrar como respuesta al esfuerzo ciudadano la inteligencia política en los asuntos determinantes, o tendríamos derecho a empezar a dudar de su existencia.

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