Pilar Fernández tiene 101 años y una vitalidad de la que podría presumir. Dice que su secreto para llegar con fuerzas a su edad es comer poco y trabajar mucho. Al menos, eso le respondió al pequeño Asur Díaz, uno de los escolinos de la escuela rural de Guimarán-El Valle. Díaz y una veintena de pequeños visitaron a la centenaria tinetense en su casa de Ambás, donde reside con su hija Pili Rodiles y su yerno Alfonso García.

Durante la actividad intergeneracional, Pilar esbozó una sonrisa. "Esto es muy bueno, nunca vi a tanto rapacín junto", comentó la centenaria minutos después de que los escolares le entregaran flores y dibujos y le leyeran alguna que otra poesía. Los pequeños hicieron cada uno una pregunta y Pilar, encantada, respondió a todas las dudas de los pequeños.

Álvaro Menéndez le consultó cómo se bañaba cuando era una niña, a lo que respondió, bromeando: "En un balde, de aquella no había agua ni luz, íbamos todos puercos". La centenaria asume que, en ocasiones, es mandona. Sus palabras están cargadas de socarronería. Vivió una guerra de la que afirma, con mucha ironía, que "lo pasó podre".

La alumna Olaya Muñiz no dudó en preguntar a Pilar cuál era su comida favorita. Ante esa cuestión, afirmó con rotundidad que se desvive por el arroz con leche. "Y eso que ya no hay vacas que catar", matizó. La tinetense asistió a la escuela rural de Is, en el occidente asturiano. Años después se casó y trasladó su residencia a la parroquia de Ambás, previo paso por Gijón, donde sirvió en casa de una familia, cuidando a unas niñas gemelas.

Cuando Pilar Fernández era una niña le encantaba jugar con pinturas. "Teníamos muchas", subrayó. También recuerda que a su primera comunión no llevó vestido y que siendo una niña no sabía quién era Papá Noel. Esas fueron algunas de las respuestas que la centenaria, nombrada recientemente "Paisana del año" en Asturias, contestó a Eve Campesino, Alejo Cardín, Jesús Castillo, Vera Murias, Nel Muñiz y Claudia García, entre otros pequeños. Román Martínez se interesó por conocer de qué color eran los caballos que tenía Pilar. "Eran roxos y color canela", le respondió.

Enamorada de la huerta

Después de toda una vida, la centenaria está enamorada de su huerta. Es más, el pasado jueves estuvo plantando cebollinos. Camina ayudada por un bastón y sonríe. "A veces, hasta pica leña", dice su hija. "Y me pregunta casi a diario si di de comer a las gallinas", añade.

Pilar Fernández tiene las ideas claras y, por momentos, piensa cómo su generación pudo salir adelante pese a pasar períodos de hambrunas, una guerra y mil y un situaciones. "Si lo pienso, no sé cómo nos criamos", afirma. Con una frescura y un sentido del humor como pocos, la centenaria expresa cariño hacia los niños de la escuela de Guimarán-El Valle, algo natural para la güela de Carreño. "Sí, soy la más vieya", destaca orgullosa.

Las profesoras del colegio rural, Lorena Piquero y Mirta Morán, fueron las promotoras de esta iniciativa que pretende acercar a los más niños, en este caso de tres a siete años, a las vivencias de una mujer que ha visto con sus propios ojos los cambios que ha experimentado la sociedad en el último siglo.

Y con tranquilidad, la güela se despide de los pequeños poco a poco. Sonríe mientras su yerno, Alfonso García, echa un culín de sidra para celebrar el evento. "Dame un beso", le espeta la maestra Mirta Morán a Pilar mientras intenta repescar a los alumnos más rezagados para ir juntos en el autobús de vuelta al centro educativo.