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La plantilla del Matadero seguirá con las asambleas "hasta el final"

Los trabajadores creen que, si los nuevos dueños retoman en Noreña la actividad, recuperará la pujanza en poco tiempo

El conflicto del Matadero Central de Asturias, localizado en Noreña, está próximo a su resolución. La adjudicación de la venta al grupo Panero, propiedad de las empresarias sierenses Cristina y Marta Sánchez, por 1,3 millones de euros, y el posterior abono de la señal por parte de las nuevas propietarias (un 20% de la cantidad ofertada, que fue depositado este jueves en una oficina bancaria de Pola de Siero), son los primeros pasos cara a la reactivación de las instalaciones, que cesaron en su actividad hace casi dos años. Entre los asuntos que quedan por clarificar están la reactivación de la función de macelo y el futuro de los antiguos trabajadores, trece de los cuales mantienen una asamblea permanente desde julio de 2014.

"Nosotros vamos a seguir con la asamblea hasta el final. Incluso hemos concretado ya un nuevo cuadrante", explica al respecto Alberto González, portavoz de los trabajadores. El escenario abierto días atrás, con la adjudicación de la venta al grupo Panero, ha generado muchas expectativas tanto en el sector como en Noreña, aunque los trabajadores mantienen la cautela, toda vez que son conscientes de que los nuevos propietarios no tienen obligación de contratarles.

Entre la plantilla, no obstante, hay cierta distensión ante el nuevo escenario. Principalmente porque los dos años de incertidumbre han hecho mella.

El Matadero solicitó el concurso voluntario de acreedores en julio de 2014. En aquel momento, la empresa que gestionaba el Matadero, Junquera Bobes, contaba con unos 90 trabajadores. El macelo, además, era el buque insignia del sector: no sólo era la empresa con más trabajadores y que más facturaba, sino que daba además una serie de servicios a los ganaderos que no ofrecen el resto de mataderos.

Entre ellos, quizás el más apreciado era el "servicio de guardia", por el cual el macelo noreñense se hacía cargo de una res con problemas e, incluso, se encargaba de su sacrificio de ser preciso. Un ejemplo: si una vaca se rompe una pata, queda fuera del mercado. El ganadero, de hecho, tiene que enviarla a Proygrasa (Cogersa) y pagar por su sacrificio. Pero en el Matadero Central se hacían cargo del sacrificio, aprovechaban el resto de la canal y pagaban al ganadero un precio digno por el animal.

En cuanto a la plantilla, el comité de empresa inició la asamblea permanente en el mismo mes de julio de 2014, denunciando la mala gestión de Junquera Bobes y reclamando la reactivación de la actividad.

El futuro de la plantilla, de hecho, ha sido un tema central en todo el proceso de liquidación del Matadero. De hecho, los trabajadores han tenido diversas reuniones tanto con los responsables del grupo Panero como con Manuel del Busto, que también optó a la propiedad. A este segundo empresario, los trabajadores lo apoyaron con un escrito que Del Busto añadió a su oferta de compra. "Nos lo pidió, en un momento en el que además no sabíamos de otra oferta. Tampoco hubiéramos tenido problema en apoyar a Panero si, como dicen, apuestan por reactivar el Matadero", precisa González, que cree que el Matadero Central puede retomar su pujanza en poco tiempo.

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