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Los pitagorines de Noreña

"Nadie nos ha regalado nada; es esfuerzo", dice Pelayo Fernández, uno de los alumnos de un centro donde todos logran la nota exigida para entrar en la Universidad

Por la izquierda, Lucía Fernández, Pelayo Fernández, Pedro González del Valle, María Ontañón, Pedro Rubín, Ana Sofía Cuervas-Mons, Pedro González del Valle y Álvaro Fernández. MANUEL NOVAL MORO

Alejandro Carlos y Pedro Pablo González del Valle van a estudiar Medicina. Dicen que fue su primo, Pedro Alejandro Rubín, quien los arrastró hacia su vocación. Pedro Alejandro también va a ser médico, en su caso por tradición familiar. Su padre también lo es y le transmitió su pasión por el arte de sanar. Ellos son tres de los ocho médicos en ciernes que acaban de terminar segundo de Bachillerato en el colegio Aceimar de Noreña y que han superado la nota exigida para acceder a la Facultad de Medicina. Estudiarán juntos en Oviedo, y quieren dedicarse a la cirugía y la cardiología.

Como ellos, todos los alumnos han superado las calificaciones y esa era la intención al comenzar el curso: salvar esa difícil barrera para acceder a la carrera universitaria. Ana Sofía Cuervas-Mons ha conseguido entrar en el doble grado de Derecho y Administración y Dirección de Empresas (ADE); María Ontañón estudiará Enfermería; Pelayo Fernández, Magisterio por idiomas, y Lucía Fernández, medicina.

Lo más llamativo es que, según el criterio de otros centros, algunos de ellos parecían destinados al fracaso. Es lo que asegura el director, Gabriel Núñez. "A muchos de los alumnos les habían dicho que dejasen el Bachiller, que no estaban capacitados para sacarlo; estaban desanimados pero aquí se dieron cuenta de que trabajando correctamente podían hacerlo", dice.

Los alumnos parecen haberse contagiado de ese espíritu de lucha, porque todos están convencidos de que han dado con la fórmula correcta para conseguir el éxito. Todos los alumnos que se presentaron a la prueba de acceso a la Universidad (PAU) han superado el examen con buena nota. La más baja ha sido de 12,9 sobre catorce, y la más alta, de 13,5. "Hemos demostrado que nadie nos ha regalado nada; las notas que hemos sacado son una muestra del esfuerzo que hemos hecho a lo largo del año", sostiene Pelayo Fernández.

Pero no hay que ver ese esfuerzo como un sufrimiento constante cuya única recompensa son las buenas notas. Lucía Fernández explica que en el colegio les transmiten muchas otras cosas. "Nos ilusionan y hacen que consigamos nuestras metas, y detrás está el trabajo y esfuerzo de los profesores, que tratan de hacer que las clases sean amenas", relata. Y eso mismo subraya también el director, el hecho de que hay "un trato personal distinto con cada alumno", porque ninguno es igual que otro. Se trata de desterrar el modelo uniforme de educación y adaptar a las circunstancias de cada alumno el modelo de enseñanza.

Pero la clave es el apoyo. "Se hacen muchos refuerzos, clases extraordinarias y mejora de calificaciones", dice Pelayo Fernández. Y lo mejor de todo, que los jóvenes no parecen verse abrumados con el trabajo, sino todo lo contrario. "Les decimos que los sábados no pueden venir, y vienen igual, que en Navidad o en Semana Santa no pueden venir y siguen viniendo, y a clases de refuerzo por la tarde", asegura el director. La clave es que han conseguido que confíen en los profesores "y a través de esa confianza acaban confiando en ellos mismos", dice el director. Además, "están contentos, se ríen, están tranquilos, relajados, y se les atienden las dudas, tenemos en cuenta que trabajamos con personas, no fabricamos tornillos". Esa flexibilidad en el trato y en el enfoque educativo es una de las claves de su éxito.

Todo ello contribuye a que los alumnos le tengan un especial cariño al centro, que les dura mucho tiempo. "Tenemos el colegio lleno de exalumnos", dice Gabriel Núñez. Ahora, una vez acabado el curso en el colegio, podría cuestionarse si los alumnos sabrán arreglárselas sin un apoyo tan personalizado y tan continuado, pero ni ellos ni el director tienen dudas al respecto. "Saben hacer las cosas, porque han aprendido lo que supone la cultura del esfuerzo y el trabajo", afirma Gabriel Núñez, seguro de que dentro de unos años tendrá entre sus antiguos alumnos a un puñado de licenciados brillantes.

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