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"No limpian el río y se nos mete el agua en casa", claman en Anes y en Ferrera

Los residentes reclaman la limpieza de los cauces fluviales del Noreña y sus afluentes antes de que lleguen las lluvias

Ricardo Junquera mira con preocupación la maleza que ha colonizado el cauce del río Murias, a la altura de Ferrera. "No limpian el río desde hace más de dos años. Y a poco que llueve, se desborda, inunda la carretera y nos mete el agua en casa", relata el sierense. Un problema que también sufren otros residentes en la parroquia vecina de Anes, que está atravesada por el río Noreña, y, al igual que los de Ferrera, reclaman la limpieza de los cauces fluviales antes de que lleguen las lluvias.

La casa en la que residen Junquera y su esposa, Covadonga Pérez, se sitúa junto al antiguo trazado de la carretera de Ferrera. Antes de que se desdoblase para convertirse en la conexión de referencia entre Noreña y Pola de Siero (además del principal acceso a la Autovía Minera desde ambas localidades), la vía sufría continuas inundaciones a causa de la maleza que bloqueaba el flujo del Murias. Aunque el desdoblamiento ha ocultado el problema, toda vez que sólo los residentes usan ya este tramo, el único superviviente del trazado antiguo, las inundaciones no han cesado.

"Ya he tenido que sacar coches de la curva que hay antes de mi casa, hundido en el agua hasta la cintura. Ahora, como no pasan por aquí, no se ve. Pero estamos igual", lamenta Junquera, quien recuerda que la última limpieza no la hizo la Confederación Hidrográfica del Cantábrico (CHC), sino que tuvo que ser el Ayuntamiento de Siero el que, tras solicitar el pertinente permiso, metiese mano al cauce fluvial.

Mas Junquera y su esposa no son los únicos vecinos de esa zona de Siero que sufren por la suciedad de los ríos. En la vecina parroquia de Anes, que está atravesada por el río Noreña, las inundaciones son frecuentes prácticamente en todo el cauce fluvial. "En zonas como La Florida y La Figarona hay vecinos que sufren también inundaciones en sus casas por las crecidas", explica la alcaldesa de barrio de Anes, Pilar Santianes.

Entre los afectados está el bar La Figarona, que en inviernos pasados sufrió inundaciones después de que el río se desbordase. "El agua llega hasta el borde de la carretera", afirma un parroquiano. "Es que no es sólo que te entre el agua en casa, es que las crecidas llegan a cortar las carreteras, producen argayos e incluso van comiendo terrenos de fincas particulares", añade Santianes.

Esto es, precisamente, lo que le sucede a Florentino Cifuentes, vecino de Taraña, en la parroquia de Muñó, también bañada por el río Noreña. Este sierense es propietario de una parcela situada entre la carretera Peruyera-Grandarrasa (SI-15) y el río. "Cada vez que hay una crecida me come un trozo de terreno. A este paso, no va a quedar nada", afirma Cifuentes, quien recuerda que un árbol, arrastrado por la corriente, cortó la carretera el invierno pasado.

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