Los profesores de la Escuela Municipal de Música de Nava tienen claro que lo más importante es motivar a los alumnos (tienen unos 150) y que sus clases sean amenas para que se queden enganchados. Y lo consiguen. Para su director, Flavio Rodríguez Benito, "la clave está, en un primer momento, en dar a conocer los distintos instrumentos, las sonoridades y los colores de los mismos", pero también "es muy importante el espacio donde se imparte: contar con unas instalaciones adecuadas, con aulas bien equipadas y dotadas y, por supuesto, con profesionales competentes que ejerzan la enseñanza de una forma vocacional".

Alain Mederos Rodríguez imparte piano, armonía y lenguaje musical. Este último es lo que siempre se conoció como solfeo, una aburrida asignatura que se le hacía cuesta arriba a más de un aprendiz de músico. Pero estas clases en la Escuela Municipal de Música de Nava son divertidas y mucho más dinámicas, y los críos van encantados. Alain Mederos explica que la cuestión está en "hacerlo más práctico que teórico". Por ejemplo, conseguir que los alumnos "se comuniquen con los instrumentos y participen más".

Olaya González Fernández tiene ocho años y está encantada aprendiendo a tocar la flauta travesera. "Es muy fácil lo que me pone Jessi", comenta con salero. Se refiere a su profesora, Jessica González, que le da clase de "Música y Movimiento" desde que tenía cuatro años. No es hasta los ocho cuando los alumnos empiezan a tocar un instrumento. "Tenía claro que quería la flauta cuando hicieron la ruta por los distintos instrumentos", explica su madre, Verónica Fernández.

Julia Arena Tornín, que está a punto de cumplir los 8, se decantó por la guitarra. De momento ha de empezar por la española para llegar a la eléctrica, que es la que más le gusta, como a sus amigas Covadonga Artidiello y Eva Llamedo. Les hace mucha ilusión poder llegar a dar un concierto entre varias. "Estamos encantados. Salió de ella y si quiero que haga algo en casa, le digo que se queda sin ir a música y espabila que se mata? Lo de música no se toca", apunta la madre de Julia, Esther Tornín.

Covadonga, que tiene ocho años, empezó a aficionarse porque su madre tiene una guitarra. "Me la regaló porque no la usaba y me gustó", cuenta con gracia. Sueña con "poder tocar una canción y hacer conciertos con mis amigas". Explica que lo más difícil es "saberse las notas de memoria e ir tocando las cuerdas". "Sweet California" es su grupo favorito.

Elena Jordán, de nueve años, prefiere el piano. También ha empezado este año y dice que se motivó en un campamento. "Lo probé y me gustó. No es difícil", asegura. Como al resto, le encantaría subirse a un escenario para tocar. Eva Llamedo Muñiz, que pronto cumplirá los ocho, también prefiere la guitarra, que es uno de los instrumentos estrella en la escuela. "Me gusta mucho la música, ya desde pequeña", comenta la niña, fan de Melendi y a quien también le gusta Vicente Díaz, agrega su padre, Laureano Llamedo.

"Está muy motivada y el curso pasado cambió de idea. Tenía mucha ilusión por tocar la gaita, porque estuvo en el grupo folclórico "La Flor del Pumar", pero cuando fueron por las aulas con los distintos instrumentos, le dio por cambiar y nos llamó la atención que escogiese guitarra. Lo cogió con bastante afición", apunta. Sin embargo, Martina Hernando prefiere el violín. Dice que es "más o menos difícil", pero le "encanta".

Alberto Rodríguez, que imparte batería y guitarra, defiende que se trata de lograr que sus alumnos "den un paso grande disfrutando de pequeñas obras y conseguir hacer música entre los dos". Eso sí, los resultados sólo se consiguen "con esfuerzo".