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Los sierenses urgen a reforzar el control para evitar la venta de alcohol a menores

La proliferación del "botellón" preocupa a los vecinos por su incidencia en la seguridad, la limpieza y las fiestas, como la última de Halloween

El botellón es una plaga en Siero, no un hecho aislado vinculado a celebraciones concretas. Desde La Fresneda, donde se celebró un macrobotellón paralelo a las celebraciones de Halloween, hasta Lieres, en el extremo opuesto del concejo, que registró actos vandálicos vinculados a otra fiesta etílica en su camposanto esa misma noche de brujas, son varias las localidades que denuncian la proliferación de la práctica. Un hábito nocivo e ilegal ante el que los colectivos vecinales reclaman más vigilancia y control.

El caso de La Fresneda es paradigmático en tanto en cuanto el botellón es periódico, aunque apenas cobra notoriedad por Halloween. "No es algo específico de esta fiesta ni hay que buscar una relación causa efecto. Una vez al mes los tenemos ahí", explica Óscar Llamas, presidente de la asociación de vecinos de La Fresneda.

Llamas, de hecho, constata que en otras celebraciones, como el Corpus, el botellón llegó a extenderse a la propia carpa de las fiestas. En todo caso, considera que la solución es complicada. "Se podrían reforzar los controles, pero el problema es que si los sacas de ahí se van a otro sitio, donde pueden causar más molestias. Ya hemos sufrido alguna incursión en el colegio, y ahí es peor porque pueden dejar cristales u otras cosas que no deben estar al alcance de los más pequeños", sostiene.

Estos cambios sucesivos de ubicación se han dejado notar en la vecina localidad de Lugones, donde zonas como el parque de la manzana central o La Acebera han sufrido episodios de botellón en el pasado, pero no en la actualidad. "Sabemos que hay botellón, pero no que haya un lugar fijo. Sí que es cierto que hace unos meses lo hacían en el entorno del centro de estudios, en la calle Salvador Dalí, pero últimamente no los vemos", explica Eva Mancheño. de la plataforma cívica "Lugones en pie".

A su juicio, la única medida para paliar el botellón, más allá de la concienciación cívica, pasa por incrementar la vigilancia de las zonas más propicias y realizar controles. "El botellón es una práctica ilegal, por lo que habría que reforzar los controles y pedir la identificación a los que lo practiquen. Pero también habría que reforzar el control sobre la venta de alcohol, porque a los menores les resulta fácil adquirirlo. Es verdad que se dice que en ocasiones lo compra un adulto del grupo, pero también es cierto que en muchos sitios no piden la documentación", afirma.

Noreña y la Pola

También en el concejo de Noreña padecen el botellón. En los últimos meses, grupos de jóvenes se reunían en los aleros de la plaza cubierta para beber. Durante las fiestas del Ecce-Homo, se reforzó la vigilancia sobre esta zona para evitar esta práctica, pero en el baile del Caldo un grupo, se cree que de adolescentes, hizo la fiesta en el interior del recinto del colegio público "Condado de Noreña", que amaneció lleno de basura. El mismo colegio, además, había sido objeto de otro ataque vandálico en marzo, cuando los gamberros destrozaron los huertos escolares y el invernadero.

También los colegios de Pola de Siero sufrieron, en años precedentes, incursiones continuas de grupos de jóvenes para hacer botellón. La instalación de cámaras de videovigilancia logró frenar esta práctica, aunque no erradicó el botellón. En los últimos meses, el parque de la Música ha sido el escenario de continuos botellones, generalmente la noche de los viernes, para indignación de los vecinos.

Claro que el botellón no es sólo un problema educativo o de seguridad y limpieza viaria. Las sociedades de festejos han perdido buena parte de sus ingresos por esta práctica, que amenaza incluso con acabar con fiestas de prau con tanta tradición como Valdesoto o Pañeda, y afecta incluso a las grandes fiestas del concejo como la romería del Carmín, donde Jenaro Soto trata de ponerle freno.

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