Esta temporada no ha sido propicia para las castañas. Todos los que las comercializan lo dicen: ha habido pocas y buena parte de ellas están dañadas. Enemérita Díaz, que entre otras cosas vende castañas en su puesto de excedentes bajo los aleros de la plaza cubierta, explicaba que "les vino mal la sequía; en el mes de julio, que es cuando necesitan agua, llovió muy poco, y entonces se dieron muy mal los erizos".

Ella recoge todos los otoños castañas de su finca de Aramil, y este ha sido un año francamente malo. "Viene muy poca, y de las que hay, muchas vienen con cocos, las hay que tirar", explica. En su caso, se pasa horas separando las buenas de las malas de entre todas las que recoge, para garantizar que las que vende estén todas sanas. "Da mucho trabajo, pero es lo que hay que hacer porque, si no, la gente a la que se las vendes llega a su casa y la mitad de ellas no les valen porque están malas; hay que darles castañas en buen estado".

En su caso, las que no están para el consumo humano no se echan a perder del todo, porque le sirven para el ganado: "yo las echo al pienso y es un buen alimento", dice.

En su puesto tiene varias variedades, de las que la valduna es la más preciada, pero también la más escasa. "El año pasado recogí sesenta kilos de valduna, y este año no llega a treinta", aseguró. De otras variedades, el año pasado llegó a recoger unos 300 kilogramos "y este año anduvimos por los 150". Y aunque el año pasado fue considerablemente mejor que éste, la vendedora asegura que "lleva unos cuantos años que no se da bien, si no es por una cosa es por otra". Por eso, los amantes de este fruto deberán apurarse a comprarlo porque es posible que se agote rápido.