Haya frío o haya calor, los callos son lo mejor. Si no, que se lo pregunten a los cientos de visitantes, en su mayoría incondicionales, que ayer coparon los comedores de buena parte de los establecimientos hosteleros de una Villa Condal que ve en esta cita gastronómica creada en 1968 una manera de adelantarse a las celebraciones navideñas y hacer un agosto a las puertas del invierno.

Después de numerosas horas de preparativos para que el plato estrella de las jornadas esté a su punto, algunos restaurantes vieron cómo a partir de las dos de la tarde los comensales comenzaban a llegar en tromba. Fue el caso del restaurante Letual, que vio cómo algún que otro cliente que no había reservado mesa se tenía que dar la vuelta por la buena acogida de su producto. "Tenemos nada menos que 400 kilos listos para despachar", comentaba la cocinera, Pilar Vilar, en un entorno de zafarrancho dentro de una cocina en la que sus compañeras Carmen García, Begoña García, Meli Diéguez y Ana Cardón tuvieron también una jornada movida, al igual que el titular del establecimiento, Héctor Cueto, que destacó el buen balance de la jornada dominical. "Tenemos los dos turnos llenos", indicó el hostelero.

Algo similar vivieron en otro de los establecimientos emblemáticos de esta fiesta, el bar La Plaza, que no sólo tuvo un día de gran afluencia ayer, sino que prevé que el buen ritmo continúe a diario hasta el jueves, cuando echarán el cierre las jornadas gastronómicas. "Esperamos estar a tope durante todos los días", comentó Eva Fernández, que mantiene a rajatabla la tradición de preparar grandes potas de callos en su cocina de carbón.

El motivo de que este efecto llamada nunca falle es, sin duda, la excelente calidad de un producto que se ha convertido en una seña de identidad local, algo que los comensales saben. "Ya los cenamos ayer y hoy los comemos, nos gustan mucho, pero esta fiesta suele ayudar a que nos empachemos de ellos durante un tiempo", comentó Rebeca Torralba, que aprovechó para degustar callos en compañía de su familia en el restaurante noreñense Letual.

Una estampa muy habitual que contrasta mucho con la imagen atípica que dejaron visitantes como María Teresa Álvarez y Rafa Santos, que compartieron una ración de callos en la terraza del restaurante La Tenería. Algo poco habitual, pues este plato suele asociarse con el frío y el periodo invernal, si bien la temperatura agradable posibilitó que se rompiera este tópico y se pudiera conjugar su característico sabor con unos culetes de sidra. "Esto es para repetir porque nos ha encantado", comentó Álvarez, que llegó proveniente de Gijón para repetir una experiencia culinaria que ya le había conquistado un par de años atrás.

Todo ello rodeado de un ambiente festivo que estuvo precedido de un multitudinario concierto de la Banda y la Bandina de Noreña en el quiosco de la música. La cita se prolongará hasta el jueves con la oferta de un total de 35 establecimientos hosteleros y dos nuevos conciertos previstos para el mediodía de mañana y el propio jueves.