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Un semillero de arte y creación en la Pola

Las restauradoras Natalia Capellán y Leticia Rodríguez recondujeron sus carreras con la escuela Pinta Polada tras la crisis que las dejó sin trabajo

Natalia Capellán y Leticia Rodríguez, con varios cuadros y pinturas detrás. MANUEL NOVAL MORO

La crisis obligó -como a tantos otros- a Natalia Capellán y Leticia Rodríguez, oriundas respectivamente de León y de Oviedo, a reconducir sus vidas. Después de estudiar Historia del Arte cada una en su ciudad y de compartir estudios de Restauración de bienes culturales en la Escuela Superior de Arte de Avilés -allí se conocieron- trabajaron durante años en restauraciones.

Por sus manos pasaron obras de arte de unas cuantas ciudades españolas: Palma de Mallorca, León, Guadalajara, Oviedo. Hasta que el dinero público dejó de fluir. "La restauración se financiaba, sobre todo, por subvenciones, y cuando llegó la crisis esa fue una de las primeras cosas que se quitaron, empezó a haber cada vez menos trabajo hasta que un día ya no había nada", explica Leticia Rodríguez, que también trabajó de animadora sociocultural para el Ayuntamiento de Oviedo, pero no con la regularidad que hubiera deseado.

Movidas por la necesidad muy pragmática de ganarse la vida, y por la necesidad algo más visceral de hacer algo que les llenara, las dos restauradoras decidieron dar un paso adelante y ponerse por su cuenta. "Ya habíamos estado dando alguna clase y nos gustaba, y decidimos abrir na escuela de pintura", explican.

Así nació la escuela Pinta Polada, en la que imparten clases de pintura -o más bien de arte, que siempre es ir un poco más allá- a niños y mayores. Lo de Pinta estuvo siempre claro, pero el apellido Polada pudo haber sido otro. Ninguna de las dos tenía una relación directa con la Pola, y eligieron la localidad, simplemente, porque reunía muchas características que les venían bien.

Por una parte estaban las ventajas de la villa: "Nos gustaba mucho la zona, muy céntrica y en una localidad con mucha población, estuvimos buscando y barajando opciones y al final nos gustó el sitio".

Y por otra estaban, por decirlo de alguna manera, sus limitaciones. La Pola, cuando ellas aterrizaron hace cinco años, era un sitio casi sin explotar desde la óptica del arte. "No había nada relacionado con lo que hacíamos, estaba todo por hacer, y eso era bueno", sostienen. Todavía hoy, desde su punto de vista, el arte no está entre lo más popular en la Pola: "Vemos que hay mucho movimiento cultural, pero está más relacionado con el teatro o con otro tipo de espectáculos; con el arte, no tanto".

Los comienzos., como casi siempre suele ocurrir, fueron duros. "Nos costó meternos, pero ahora la gente ya nos conoce, sabe lo que hacemos, y aunque se nos sigue asociando más con niños, va sabiéndose más que también trabajamos con adultos".

Su idea de la docencia es abierta y creativa. Les gusta trabajar con el arte contemporáneo, enseñar a apreciar las obras de autores importantes al mismo tiempo que los alumnos expresan su propia sensibilidad y creatividad. "No pretendemos que un cío de siete años copie la Gioconda; preferimos que sea creativo, que lo pase bien reproduciendo un cuadro y que, de paso, ponga algo de su propio estilo; trabajamos con artistas contemporáneos como Picasso, Frida Khalo o Dalí, pero queremos que los alumnos pongan de su parte", explica Leticia Rodríguez.

Esto, a veces, sobre todo en el caso de alumnos adultos, es recibido con cierto escepticismo: "Hay gente que prefiere lo de siempre, lo clásico, que los enseñes a pintar con una técnica determinada y está; otros, en cambio, aportan esa parte creativa", dice.

Las profesoras comparten la idea de Betty Edwards según la cual todo el mundo puede aprender a dibujar siempre que se utilice la pedagogía adecuada. Por eso están tan en desacuerdo con la idea de que las artes plásticas se conviertan en una asignatura optativa. "Al contrario, se debería potenciar más, porque el dibujo se aprende, es práctica; está claro que hay gente con mucha facilidad que aprende más rápido, pero a un así, el resto también puede aprender, todo el mundo vale para dibujar", asegura Leticia Rodríguez, que nota "que el dibujo es algo secundario, se da más importancia a otras cosas, como los idiomas, cuando el dibujo, por una parte, te enseña a mirar, y por otra tiene una parte muy terapéutica".

Esas dos facetas, la de educar la mirada y la de domesticar la ansiedad y otros males del alma, están entre las más importantes de entre las muchas que atesora una buena enseñanza del arte. En el caso de Pinta Polada, además, está el factor sorpresa. "Muchos adultos vienen diciéndonos que son unos inútiles para dibujar y pintar, y que se apuntan a ver qué pasa, pero que no tienen claro que les vaya a salir nada bueno; se apuntan para probar y, al final, todo el mundo se sorprende".

Las "profes" hacen algún trabajo de restauración o retratos por encargo, no dejan de lado su propia faceta creativa, pero son conscientes de que la mayoría del tiempo se les irá -y está bien que sea así- ayudando a otros a hacer crecer el artista que llevan dentro.

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