La lluvia chafó ayer el desfile de mascaradas en Valdesoto. Estaba todo listo, pero los chaparrones intensos y repentinos obligaron a tomar una decisión difícil: suspenderlo. Muchos de los trajes se estropean al mojarse y las predicciones meteorológicas eras nefastas, argumentó con decepción Pablo "El Sidru", presidente de la Asociación por la Recuperación de los Sidros y Comedies de Valdesoto "El Cencerru", organizadora de estes X Xornaes de Mazcaraes d'Iviernu. No obstante, algunos grupos decidieron animar las calles del pueblo, por su cuenta y riesgo, en un momento en el que dejó de llover.

Lo que está claro es que las mascaradas tienen relevo generacional y continuidad tanto en Asturias como fuera. Es una tradición que sigue muy viva. Los hermanos cántabros Marco y Sergio Sánchez, de ocho y diez años, son un ejemplo. Siguen los pasos de su madre, Ana Blanco, para quien es "un orgullo" que sus hijos "sigan la tradición". "Para eso se lo he inculcado", apunta. Son de los "Zamarrones de Piasca". Los dos críos ayer ejercieron de campaneros, que son quienes se encargan de hacer sonar los grandes y pesados cencerros que tratan de quitarles los zamarrones, pues para ellos es un premio, explica Leire Blanco.

Aunque los hay aún más jóvenes que ellos, pues en el desfile del sábado en la Pola Diego Escobar fue el zamarrón más pequeño, con sólo quince meses, y su hermana, Carla, de seis años, fue la campanera más joven. Siguen la estela de Marco y Sergio Sánchez, que participan "desde bebés y ya tienen muy definido lo que quieren, aunque a veces tienen que cambiar para equilibrar el grupo", destaca su madre.

Pero en Valdesoto las nuevas generaciones también vienen pisando fuerte. Niños como Enrique Villa, vestido de "vieyu", y Raúl Pérez, de "diañu", quieren tomar el testigo de los sidros y comedies. Dicen que lo mejor es "actuar y pasarlo bien con los compañeros". Los padres de Enrique Villa, Almudena Migoya y José Enrique Villa, ambos de Valdesoto, no pueden están más contentos. "Que tenga esa ilusión por ello, a mí, como madre, me emociona", destaca ella.

Los portugueses de Braganza (Os Caretos de Parada, de Tras os Montes) fueron los más provocadores y traviesos con el público bajo sus vistosos trajes rojos y tenebrosas máscaras. También hicieron de las suyas los Folions Rurais y Boteiros de Viana do Bolo (Orense) con sus espectaculares y llamativas, pero también tétricas, caretas.

Más amable era la apariencia de las Madamas e Galáns de Cobres (Vilaboa, Pontevedra), con sus coloridos trajes cargados de abalorios, cintas, plumas y collares, que llaman peitoril. El presidente del carnaval, Martín Duarte, explica que se cree que el origen de esta indumentaria es del siglo XVI y proviene de los gremios profesionales. Uno de los elementos mas llamativos es el enorme gorro, cargado de adornos. "Aunque ahora es más liviano, el de la mujer podía llegar a pesar entre 8 y 9 kilos y el de los hombres, 5 o 6", indica Duarte. Pero ellos no se arriesgaron a desfilar.