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Irene Álvarez, la abuela del hogar de Lugones: "No pasé hambre gracias a las castañas y el maíz"

Los pensionistas locales homenajean hoy a la ibiense de 96 años, que cada día juega partidas de brisca en el hogar

Irene Álvarez, en el centro, jugando a la brisca en el hogar del pensionista de Lugones junto a las incondicionales de su tertulia diaria. L. BLANCO

La reina de la baraja de Lugones amenaza con alcanzar el centenario llevándose las mejores bazas. Irene Álvarez, natural del pueblo ibiense de Andeo, es a sus 96 años una fija en las tertulias y las partidas de brisca diarias del hogar del pensionista de la localidad sierense. El colectivo quiere reconocer esta tarde su incondicionalidad con un homenaje, coincidiendo con una comida social en Llanera.

Álvarez llegó a Lugones hace 25 años junto a su marido, ya fallecido, para vivir en la vivienda de un hijo y tener los servicios, sobre todo sanitarios, más cerca que en su casa de Obayo, en Cangas del Narcea. "He de reconocer que al principio no me gustaba, pero con el tiempo le cogí aprecio al pueblo y a sus gentes", relata la nonagenaria.

Esta integrante de una familia de cinco hermanos vivió de lleno la Guerra Civil y sus consecuencias, pero nunca perdió las ganas de luchar por una vida digna. "Perdí a un hermano y pasamos una época muy mala en la que no llegamos al hambre gracias a las castañas y el maíz, pero sí tuvimos estrecheces", recuerda.

Como era habitual en su pueblo, ahora deshabitado, su dedicación era total a las labores del campo y del hogar. "Cuidaba cabras y ovejas, sembraba trigo, centeno y fabes y luego me tocaba ir por agua a la fuente, hilar lana y lo que surgiera", explica esta incombustible vecina que reconoce los esfuerzos de su hija Mariluz por hacerle la vida más fácil. "Todavía ayudo algo, pero ella no me deja para que esté descansada", indica.

Sobre el secreto de su longevidad, esta abuela de siete nietos que también cuenta con dos bisnietos cree que nunca cometió grandes excesos. "No fumó nunca y bebida sólo el vino, la sidra o el orujo que ella misma elaboraba, pero sin pasarse", puntualiza la hija, que respecto a la alimentación añade que "se cuida", aunque deja un pequeño resquicio para salirse de la estricta dieta. "El trozo de tocino no lo perdona", cuenta con el parabién de su madre que no duda en confesar: "Es lo que más me gusta".

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