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El veroño es de los nenos de Santolaya

Rafael Vega y Melquíades Álvarez fueron los homenajeados del grupo de amigos del barrio candasín, fieles a su cena anual de septiembre

Melquíades Álvarez Hevia y Rafael Vega Cuervo, la noche del viernes, en Candás, antes de la cena. ILLÁN GARCÍA

Los nenos de Santolaya son los encargados en Candás de dar la bienvenida al otoño. Y lo hacen, como manda su tradición, con una cena de amigos, de "hermanos", que siempre es el último viernes -en pleno veroño, cuando aún colea el verano en la estación otoñal- de septiembre. Y así desde hace 24 años. Su única misión es pasarlo bien y repasar anécdotas de cuando corrían por el barrio de su infancia, Santolaya, y también por la plaza del Cueto. Eso sí, también cantar. Lo mismo entonan "Avante, patrón" que "La marinera" o alguna habanera.

Cuarenta comensales se sentaron a la mesa poco después de las diez de la noche del viernes. Antes habían tenido tiempo para sacarse la tradicional foto de familia y conversar a la puerta del restaurante. En esos momentos, llegan los abrazos de esos amigos que se ven una vez al año. Saludos, palmadas en la espalda, bromas y cariño. "Este año no tenemos ninguna baja, sólo faltan tres, que como cantan en el coro Nordeste no pudieron venir", indica Tito Aramendi, uno de los nenos.

El colectivo, que cuenta con un nutrido grupo que peina canas, suele homenajear cada año a dos de sus miembros. Este año le tocó el turno a Rafael Vega Cuervo. El homenajeado ve un "orgullo" el hecho de ser un "neno de Santolaya" y de ser reconocido. Resaltó que lleva pocos años asistiendo a la cita pero desde que está jubilado, hace cinco años, nunca quiere perderse la reunión. También echar unos cantarinos. "Vine pocas veces porque trabajé a turnos 50 años en Aceralia", apunta mientras sus labios dibujan una sonrisa. "Me gusta este día, nos juntamos toda la banda del barrio, primero cenamos y luego vamos al barrio y allí cantamos, pero marchamos antes de que vengan a reñirnos", continúa.

Vega está a la puerta de El Llagarón. Dentro del local está Melquíades Álvarez Hevia, otro homenajeado. "Es un honor que me brinden con una placa, me da mucha satisfacción", expresó el candasín, más que orgulloso de haberse criado en Santolaya. "Fui muy feliz en el barrio, fui un neno de Santolaya y sigo siendo un neno", destacó, al tiempo que recordó que a los doce años, aproximadamente se trasladó a vivir al barrio del Nodo. "Mi pandilla es de Santolaya y El Cueto". Álvarez quiso recordar a los "nenos" "que ya no están y a los que no acudieron por alguna circunstancia. Pero si alguien es importante es Concha, la mujer de Pancina, un icono que siempre nos recibía a la ventana", indicó. La mujer ya falleció, sin embargo, permanece en el recuerdo de muchos de los cuarenta nenos que ayer se sentaron a la mesa. Álvarez aún no había empezado a cenar cuando ya pensaba en que más tarde iba a ir al barrio a cantar con sus amigos y vecinos de siempre.

En la mesa, todo estaba listo. Los nenos fueron tomando asiento hasta que Aramendi comenzó a colocarlos para una foto de familia completa. De seguido, comenzaron a llegar los platos: entrante a base de jamón ibérico, para continuar con un bonito en escabeche, calamares de potera, bogavante, parrillada de pescado y postres. Todo ello regado con vino, con sonrisas, recuerdos y buen humor.

La mayoría acudió ataviada con un polo azul, el portalón que hace las veces de marca del barrio adosado en el pecho, en el lado del corazón, y un pañuelo marinero. Esa seña de tonos azules intenta remarcar que Santolaya fue y es un barrio con marcado acento marinero. Tras la cena en El Llagarón, los nenos se abrigaron de nuevo y salieron a la calle. El objetivo era ir a su barrio natal y cantar. Cantar aquellas canciones que hablan de la mar, de recuerdos. Y se acordaron de los nenos que "no están" y que también corrieron como ellos por el barrio de Santolaya.

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