Desde que llegamos a Bembereke nos dimos cuenta de un detalle totalmente novedoso y es que lo americano estaba en boca de todos, ello nos dio que pensar, pues, en años anteriores nadie hablaba de los EE UU ni de los americanos. Pronto nos enteramos de que un destacamento de los marines de la U.S. Army estaba en el campamento que el ejército beninés tiene en Bembereké.

La verdad es que el cine americano nos vende muy bien lo que le interesa y uno, después de ver tantas pelis americanas, tenía un concepto del marine casi como el de un soldado universal y perfecto, pues bien, hoy se me ha derrumbado toda esa parafernalia cinéfilo-militar e incluso me he reído un poco de mí mismo y ¿por qué no? de los marines.

Y lo digo con el mayor respeto del mundo, no se vayan a creer otra cosa, pues después de verlos varios días por este lugar abandonado del mundo, con sus grandes cascos y gafas de sol, masticando chicle y siempre riéndose y saludando a todo el mundo, hoy he asistido a la ceremonia de clausura de su estancia aquí, en Bembereké, y el espectáculo ha sido realmente de película. Verán, la ceremonia, como todas aquí, es larga y muy protocolaria, ha venido a presidirla el jefe del Estado Mayor Militar de Benin y representantes militares de Ghana, Mali, Costa del Marfil y algún otro país cercano que no llegué a distinguir, todos ellos invitados para despedir a los marines.

Largos discursos y como siempre el coronel de la US-Army al mando alabando la política exterior americana, aquí han prometido 11 millones de dólares para diversas infraestructuras en todo Benin y han comenzado por construir una escuela para los niños de un pequeño poblado cercano, Connaru. Bienvenido Mister Marshall y su dinero, pero esperemos que como en la película española no quede todo en agua de borrajas y el pobre José Isbert compuesto y sin dinero.

Todos los «obamaitos» (marines) que se destacaron aquí tenían, al menos, una virtud y es que no desfilaron ni hicieron alarde alguno armamentístico, incluso su desfile dejó mucho que desear y fue muy poco militar, cosa cuando menos curiosa, pues el ejército beninés lució sus mejores galas.

En fin, esperemos que la nueva Administración estadounidense tome nota del clamor creciente que surge de lo profundo de los pueblos, reclamando el derecho a la vida, a poder compartir el pan y la libertad con nuestros hermanos y no a hacer la guerra por doquier con cualquier excusa, aunque sea falsa.

Es necesario rescatar al actual mundo convulsionado por la violencia y regido por los valores económicos y materiales acabando con las estructuras del poder de dominación que nos rodea, consiguiendo, así, que el hombre no se olvide del hombre, que no tratemos a nuestros hermanos como objetos, sino como sujetos, como semejantes y que en verdad el mundo pueda ser lo más justo posible con todos los que lo pueblan.

Todos tenemos viva la imagen de las hambrunas periódicas que sacuden a muchos pueblos del mundo, todos hemos visto las situaciones de violencia extrema que provocan esas guerras que asolan esos lugares y que siempre ocultan intereses económicos de importantes multinacionales o de las grandes potencias mundiales y todos conocemos las alarmantes estadísticas del sida, la malaria, el hambre... que provocan un gran sufrimiento en estos pueblos a los que arrastramos a situaciones de extrema necesidad.

Frente a este cuadro desolador, el mundo «civilizado» sigue realizando congresos internacionales contra el hambre o para superar el subdesarrollo o para denunciar las continuas violaciones de los derechos humanos o quizá se pongan a analizar las relaciones Norte-Sur..., y a pesar de todo ello el hambre y la miseria avanzan y cada día es mayor la injusticia de un mundo en el que los ricos cada vez son más ricos a costa de los pobres, que lógicamente cada vez son más pobres.

Es necesario, por tanto, golpear las conciencias, señalar con sentido crítico, pero sereno, que miles y miles de personas se mueren diariamente por causas que se pueden evitar con tan sólo un pequeño esfuerzo, con tan sólo repartir un poco de lo mucho que nos sobra y con colaborar en el desarrollo de estos países, para que tengan unas mínimas estructuras que salven sus necesidades vitales. Todo ello, no lo olvidemos, sin imponer nuestra cultura (ellos ya tienen la suya y es mucho más antigua) ni nuestra forma de ser o nuestras costumbres occidentales creyendo que son mucho mejores, pues de esta forma volveremos a fracasar como sucedió en la época colonial, en la posterior independencia nacionalista o en la actual época de sumisión económica que padecen.

Esperemos que algún día se invierta la situación y que todo lo que se gasta en armamento sirva para dar vida y no para quitarla, que las multinacionales dejen de asegurar su penetración en estos países a través de regímenes militares opresores o que simplemente el gasto de la ciencia y la tecnología deje de ser utilizado para aumentar el poder y la dominación y pase a ser utilizado al servicio de los pueblos y sus gentes.

Acabo con las palabras del que fuera secretario general de la ONU hace ya muchos años, el señor U Thant, palabras que por desgracia siguen hoy en día vigentes, como un signo más de que nada hemos avanzado: «Es extraordinario el hecho de que en una época en la que la abundancia comienza a ser la condición, al menos potencial, de países y regiones enteras y no la de unos pocos privilegiados y en la que está siendo posible realizar proezas científicas que rebasan los sueños más fantásticos que haya tenido la humanidad siga muriendo de hambre un número mayor de personas que nunca...»

Por desgracia, hace décadas que dijo estas palabras y hoy en día son más vigentes que ayer, esperemos que mañana no lo tengamos que volver a leer o escuchar.