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La nueva vida de una mina

Las instalaciones carboneras se han ido reciclando tras su cierre para albergar - desde polígonos industriales hasta centros universitarios, deportivos o turísticos

santa bárbara, sin uso definido. La explotación minera enclavada en el valle de Turón es una de las más emblemáticas del Caudal. Aún no se ha definido qué albergará una vez que se termine su rehabilitación. F. GEIJO

En las comarcas mineras se cuentan por cientos las instalaciones de extracción de carbón que ya están en desuso. La gran mayoría, pequeñas minas de montaña salpicadas por todos los concejos de la zona central asturiana, han caído en el olvido, y la maleza ha ido integrándolas de nuevo en el paisaje. Se trata además de instalaciones que, en muchos casos, apenas eran una apertura en el terreno, una puerta hacia el centro de la tierra. Pero hay otros muchos pozos y edificios de grandes dimensiones. Hunosa cuenta con alrededor de medio centenar de estas minas, que en algunos casos llegan a ocupar decenas de hectáreas. Sólo cuatro siguen funcionando (Carrio, María Luisa, Santiago y Nicolasa), y buena parte de los demás crían malas hierbas y van deteriorándose poco a poco. Es el caso del pozo Olloniego (Oviedo), de Mosquitera (Siero) o de Minas Llamas, Tres Amigos y Figaredo (Mieres). Sin embargo, hay una parte importante de las instalaciones mineras han ido reciclándose, y han encontrado una segunda vida como centro universitario, rocódromo, polígonos industriales, edificios para empresas tecnológicas o incluso monumentos y centro de recuperación de la memoria histórica.

Cuando Hunosa se fundó, en el año 1967, sus minas contaban con más de 20.000 trabajadores. Una fuerza laboral que las instalaciones que han ido aprovechándose están muy lejos de igualar. El pozo Barredo alberga actualmente el campus universitario de Mieres, donde estudian los futuros ingenieros de minas, forestales o topógrafos. El pozo Entrego fue utilizándose progresivamente. Uno de sus edificios se usa como Casa de Cultura de la localidad. Posteriormente, se construyó en su parcela, y junto al emblemático castillete, situado en pleno casco urbano, un edificio para empresas TIC que ha empezado a quedarse pequeño, tras unos inicios más titubeantes. En él trabajan unas 310 personas, aproximadamente.

Las parcelas ocupadas por varias instalaciones mineras también se han transformado en polígonos industriales, con unos resultados, en general, malos. En San Martín del Rey Aurelio llegaron a funcionar dos polígonos de este tipo: Venturo y San Mamés. En ambos casos se respetaron antigos edificios mineros y el castillete. Tras tener a varias empresas trabajando en ellos -Venturo XXI en el primero, y Ornalux y Cocinas Asturianas, en el segundo- ahora se encuentran vacíos, sin actividad. Todas estas compañías echaron el cierre.

También está el caso de varios polígonos que se han urbanizado buscando atraer empresas y que han chocado de frente con la dura realidad de la crisis. En Langreo se derruyó el lavadero de Modesta, donde se dejaron en pie varios edificios y el castillete. Se trata de un espacio de 127.000 metros cuadrados, de los cuales 69.700 son terreno útil para empresas. El Cadavíu, en el valle del Samuño, también tiene sus 37.500 metros cuadrados a disposición empresarial, pero en desuso por ahora. En Mieres, se encuentra en una situación similar el polígono de Reicastro, lugar en el que se encontraba la antigua escombrera de la térmica de La Pereda. Ahora hay urbanizada una zona de 127.000 metros cuadrados, 77.000 de ellos útiles para la llegada de nuevas actividades industriales. Aquí, además, se espera que, de salir adelante, se construya la planta de energía por biomasa que pretende hacer Hunosa.

El uso con fines turísticos también ha sido una constante en la recuperación de las instalaciones mineras. Posiblemente la más conocida de todas es la del Ecomuseo y Tren Minero del Samuño. Utiliza un antiguo ferrocarril minero, además de los rehabilitados espacios del pozo San Luis de La Nueva (Langreo), declarado Bien de Interés Cultural (BIC, monumento). Más de 50.000 personas visitaron estas instalaciones en sus dos primeras temporadas abiertas. El proyecto de transformación del ferrocarril minero y de rehabilitación de las instalaciones costó 6,5 millones.

Otro pozo declarado BIC es el Sotón, en San Martín. Aquí, Hunosa ha puesto en marcha este mismo año una iniciativa pionera: visitar el interior de la mina tal cual era, sin reestructuraciones, y acompañados de mineros en activo. El pozo Sotón dejó de ser usado para sacar carbón a finales de 2014. Un uso turístico también se le da al pozo San Vicente, en El Entrego. Se trata de la ampliación del Museo de la Minería (Mumi), que sigue siendo el más visitado de la comarca (56.148 visitantes en 2014), pese ha haber perdido mucho tirón en los últimos años (llegó a tener más de 100.000 turistas).

A mucha menor escala también se utiliza con fines turísticos el pozo Espinos (Turón), que alberga un pequeño centro de interpretación del paisaje minero. Otra mina turonesa, el pozo Fortuna, acoge otro centro de interpretación, además de un monumento. En este caso, se trata de un homenaje a los represaliados por el franquismo (este enclave tiene el penoso "honor" de ser uno de los puntos negros de la represión de la dictadura en Asturias).

En el valle del Caudal, se han rehabilitado además dos pozos mineros emblemáticos, por su historia y por su valor patrimonial: el Santa Bárbara (pendiente aún de una segunda fase), que está declarado Bien de Interés Cultural, y el San José, los dos en el valle de Turón. Ambos corren destinos paralelos. Tras su restauración, ninguno de los dos tiene un uso definido. En el caso del pozo San José, esta situación lleva ya produciéndose años. En el Santa Bárbara, el sindicato SOMA ha propuesto utilizarlo como ampliación para las actividades de la Fundación Laboral de Minisválidos Santa Bárbara (Fusba), aunque su destino final sigue siendo una incógnita. Hay una tercera instalación en la comarca que estaba destinada al turismo y que, de momento, no funciona. Se trata del Museo de los Quesos de Morcín, para el cual se arreglaron las tolvas del Monsacro, hace ya ocho años.

Una de las primeras instalaciones mineras que tuvieron un uso alternativo, pero eso sí, muy ligado aún al sector carbonero, fueron las del pozo Fondón (Sama, Langreo). Aquí se encuentra el Archivo Histórico Minero de Hunosa, además de la sede de la Brigada de Salvamento Minero (con su almacén, zona de entrenamiento...).

Si Fondón fue la primera, Coto Musel (Laviana) ha sido la última, por el momento. El edificio principal de esta antigua mina de montaña, rehabilitado hace un lustro con casi 600.000 euros, estaba en desuso hasta que se hicieron cargo de él cuatro clubes deportivos del concejo, todos ellos relacionados con la escalada y las actividades de montaña. Así nació el Cemtarme (Centro municipal de tecnificación y alto rendimiento de deportes de montaña y escalada), un gran rocódromo en el que los aficionados pueden entrenar durante todo el año. Está previsto, en una segunda fase, recuperar el antiguo plano inclinado de la mina, ya al aire libre.

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