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El abandono del barrio de Requejo

Los vecinos de este núcleo fundacional de Mieres denuncian que la mayoría de las casas están en ruinas tras 24 años de bloqueo urbanístico

Una vista general del barrio, con tejados desplomados. FERNANDO GEIJO

Requejo es el último barrio fundacional de Mieres que permanece en pie, aunque con una cojera más que evidente y que ya parece crónica. Los vecinos llevan 24 años esperando a que el Ayuntamiento desarrolle un plan urbanístico que permita remozar las viejas viviendas, muchas de ellas con muros de piedra que ya son centenarios. "No hay derecho. Lo que nos están haciendo es una vergüenza". Los pocos propietarios que siguen habitando las estrechas caleyas de Requejo claman contra lo que consideran una injusticia: "Han permitido que el barrio se venga abajo e incluso han puesto en peligro nuestra seguridad".

El cogollín de Requejo, el gastado enclave que se oculta tímido tras la emblemática plaza sidrera, está conformado por unas treinta casas de un máximo de dos pisos de altura. "La mitad están en ruinas", señala Perfecto Nuño, uno de los residentes que más activo se ha mostrado durante los últimos años a la hora de reclamar una solución urbanística para el barrio. "Sólo en los dos últimos años se han derrumbado dos inmuebles. Un día vamos a tener una desgracia", remarca Javier Porrero, otro vecino indignado: "Aquí juegan al balón niños casi todos los días", subraya. La seguridad es lo primero, pero lo que indigna a estos mierenses es que llevan casi un cuarto de siglo esperando por un plan urbano que les permita arreglar sus casas. Entienden que no es mucho pedir.

"Nos dejan arreglar un tejado o un desconchado, pero hablamos de edificios que se están cayendo; que necesitan reformas integrales y el Ayuntamiento tiene bloqueadas estas licencias", señalan los vecinos. Un ejemplo que ilustra claramente lo que pasa en Requejo lo cuenta María Elena Miguel. La casa de su familia se quemó hace dos años tras ser ocupada ilegalmente. El interior quedó destrozado y solicitaron una licencia al Ayuntamiento para afrontar el arreglo: "No se concedió el permiso. Era tan restrictivo que no valía la pena". El inmueble sigue en pie, pero parece una casa fantasma.

"En mi caso al ir colocándose nuevos empedrados en la calle la altura de la casa ha ido bajando", indica Julio César González. No es muy alto, pero se tiene que agachar para entrar por la puerta. Lo que pedimos es subir la estructura uno o dos metros para nivelarla, pero nada". Así han pasado 24 años.

El problema de Requejo se remonta a principios de la década de los noventa, cuando un constructor compró una antigua casona y la derribó para construir un bloque de pisos. En 1993 el edificio asomó sobre los techos de teja del viejo barrio y el Ayuntamiento decidió actuar para frenar que el auge urbanístico engullera el casco viejo de Requejo. La medida se entendió, en líneas generales, como acertada. La intención municipal era desarrollar un plan de reforma interior (PERI) que pusiera coto a los desmanes inmobiliarios y mantuviera la tipología. Los años fueron pasando y se decidió entonces modificar todo el Plan General de Ordenación Urbana, un proyecto que lleva más de una década de gestación. Y mientras, la mitad de la casas del embrión de la ciudad ya están en el suelo o amenazan ruina.

"La culpa de lo que está pasando la tienen los tres últimos alcaldes y les ponemos nombre: Misael Fernández Porrón, Luis María García y Aníbal Vázquez. Todos son responsables junto a sus sucesivos concejales de Urbanismo", apunta Perfecto Nuño.

La indignación en el barrio es grande. No ayuda además que en la plaza sidrera se hayan hecho varias obras y que incluso algún establecimiento hostelero haya abordado importantes reformas en el local: "Estamos a favor. Nos parece que la plaza ha mejorado. ¿Pero por qué no podemos también arreglar nuestras casas? Por desgracia el barrio de Requejo para nuestros políticos empieza y acaba en las terrazas de las sidrerías", claman los vecinos.

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