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Sukaina vuelve a Lena para curarse

Una joven saharaui regresa con la familia que la acogió de niña para tratarse una enfermedad: "Queremos que sea feliz"

la misma sonrisa una década después. FERNANDO GEIJO

Serendipia. Eso es Sukaina Turad: un hallazgo inesperado cuando alguien buscaba otra cosa. Era el año 2006 cuando la joven saharaui apareció por primera vez en las páginas de LA NUEVA ESPAÑA. Este diario acudió a Carabanzo a entrevistar a una niña que disfrutaba del verano en Lena con una familia de acogida. El encuentro dio para mucho más. Allí había una vida resumida en unos ojos castaños que nada escondían, y la nobleza de maravillarse con todo: "Mira cuántos árboles, mira qué verde es Carabanzo", repetía aquella niña. Tenía catorce años, era su último verano en Asturias, y se respiraba nostalgia en aquella casa. Sus papás de acogida, Carmina García y Eliseo Quiñones, confesaron a media voz (sin que la niña les escuchara) que les faltaba el aire de pensar en la despedida. "Quizá la volvéis a ver", se escuchó en la casa, más por aliviar el pesar de la familia que por convencimiento.

Pero así fue: once años después de aquella tarde de sol en Carabanzo, Sukaina ha vuelto. Su familia española ha luchado para que la joven esté en España hasta noviembre para recuperarse de una enfermedad. Sukaina ya no mira los árboles, ahora ve el bosque. "Yo quiero dar voz al Sáhara", remarca. A Sukaina la llamaban "Suki" en Carabanzo. Era "Suki" cuando subía corriendo por los empinados recovecos que llevan a la casa de su familia española. Los mismos que pisa ahora, en sus paseos diarios: "¿Ves? los caminos no cambian, pero sí cambian las personas". La mayoría de los niños que eran sus amigos no están: o ya no viven en Carabanzo, o aún no se han acercado a saludarla. "Yo me acuerdo mucho de ellos", dice.

Así era "Suki" y así es Sukaina Turad: de una sinceridad que asombra. La misma que no escatima para hablar de su "melhfa" (el bonito manto que cubre su cuerpo y su cabeza, símbolo del patrimonio saharaui). "Me gusta llevarlo, representa lo que soy. Pero a veces aquí no me lo pongo, porque la gente no te mira igual, ¿sabes?". Es un "melhfa" precioso, de colores claros que contrastan con su piel morena.

Grita belleza, grita fuerza y grita libertad. Es la esencia, argumenta Sukaina Turad, de lo que es su pueblo.

-¿Cómo están las cosas allí?

-No te voy a engañar, están igual. Mal, muy mal. Estamos en los campamentos, es duro, no cae una gota de agua y hacen falta cosas. Además tengo hermanos en el otro lado (territorios ocupados que resisten bajo la opresión marroquí), que están aún peor que en los campamentos. Yo lo único que quería era terminar de estudiar para poder ayudar a mi familia y dar voz a mi pueblo.

Sukaina necesita un momento para continuar hablando. Porque la vida, a veces, da golpes que quitan la voz. Hace un año, cuando ya estaba cursando su carrera en Lenguas Extranjeras en la Universidad Mohamed Jaidar (Basakra, Argelia), le diagnosticaron lupus. Tuvo que volver a los campamentos e iniciar un tratamiento. Su familia española le tendió la mano: Leida y Fran Quiñones, hijos de Carmina y Eliseo, se encargaron del viaje y del visado. "Son mis hermanos, ¿ves?".

Y señala con la cabeza a Fran Quiñones, que está sentado en la terraza de casa. Sukaina llega y él bromea y le da un abrazo: "Queremos que sea feliz, que cumpla todos sus sueños". "Pero qué va, no la queremos nada", añade él riendo. Claro que la quieren, y Sukaina cuenta con ellos para todo: "Yo quiero hablar por mi pueblo para que nos devuelvan nuestra tierra. Pedimos justicia, no pedimos un favor". La enfermedad está controlada y, si todo sigue así, Sukaina Turad volverá a la universidad el próximo curso. No tiene previsto, de momento, casarse: "La mujer saharaui tiene libertad y vive en igualdad".

La conversación sobre su futuro ha apagado un poco su sonrisa. Para animarla, Carmina García prepara la merienda favorita de Sukaina: galletas "Príncipe". Las mismas que devoraba "Suki" aquella tarde de agosto, cuando corrió a su habitación y le regaló un collar de cuentas a la periodista que la visitó. Justo en ese momento lo recuerda, entra en casa y abre su armario. Dentro hay veinte "melhfa", todos de colores vistosos: "Escoge el que más te guste, es un regalo". Eso es Sukaina Turad. Serendipia.

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