Ricardo Menéndez Salmón Eloy Fernández Porta Penúltimo experimento narrativo de este joven autor, punta de lanza de una nueva generación de novelistas entre los que se encuentran el asturiano o , y obra que incide en su mezcla de géneros dentro de la conocida como literatura fragmentaria. Narración y poesía se funden con una visión estética y un concepto de la cultura en el que confluyen internet, los blogs, las perfomances, la poesía postpoética, los grafitis, el cómic y, cómo no, a veces, destellazos de la novela mas decimonónica. Porque «Nocilla experience» lo forman comentarios de libros o películas, necrológicas, entrevistas de escritores o músicos pop, recetas de cocina, flashback cuánticos sobre el origen de las especies, de Al Qaeda, de la Coca-Cola, de la teoría especial de la relatividad, de la Vespa 75 cc... Pero volvamos al principio.

«Nocilla experience» Joseph Conrad «Nocilla experience» Nocilla dream» «Nocilla experience» «Nocilla experience» «Nocilla experience» es uno de esos libros inclasificables para los lectores que tanto gustan a los críticos por ser absolutamente rompedores con lo publicado hasta la fecha. Compuesto por 112 pequeños textos que pueden ser leídos de una forma independiente, más un epílogo de varias páginas en el que sobresale el afilado comentario de un escritor amigo del autor que no voy a desvelar, todo junto conforma una original obra que, a buen seguro, nunca será un best seller (o sí), pero de la que se intuye que estamos ante un «cocinero empeñado en cocinar el horizonte», en «ver qué hay después de la línea del horizonte», en demostrar que Kurt es alguien más que un personaje de o Menéndez Salmón. Dicho esto, se entiende, tras su preliminar lectura, que se haya escrito antes, o a la par, que «, la novela que lo lanzó al estrellato. Ambas beben de idénticas fuentes y ambas fueron creadas en igualdad de condiciones. Coincido con Fernández Mallo en que «el mundo se rige por el azar de un parchís, no por las mecánicas leyes del ajedrez», y soy de la opinión de que la literatura necesitaba de un experimento como el que nos ocupa, pero tengo mis dudas de que necesite de dos. Me explico. Leer , si no se conoce a su autor y el contexto en que nace, induce a pensar que estamos ante un loco de la literatura, o un guasón. O ambas cosas. Leerlo, si se conoce, puede llevarnos a la reflexión de que con uno era bastante. ¿Para que dos «Nocillas...»? Agustín Fernández Mallo pretende ser original, y lo consigue. Pero cuando esa originalidad se convierte en un fin en sí mismo, corre el riesgo de que nosotros, los lectores, abandonemos el libro en el capitulo 17.º. Pero no lo hacemos, porque tenemos curiosidad por saber a qué puerto nos llevará y, más aún, por descubrir a ese Josecho, presunto trasunto suyo, o a ese Harold, que, nos dice la contraportada, «acabada su última caja de cereales, deja conectada su primitiva videoconsola y se lanza a recorrer América durante un lustro». Cual Forres Gump cualquiera. (Otra advertencia, nunca, repito, nunca se fíen de las contraportadas). Y seguimos leyendo. Las peripecias de los habitantes de Irak, de Basora, de esa mujer, Sandra, empeñada en descubrir el misterio de la torre Windsor, de ese cocinero que quiere «cocinar el horizonte».... es un caleidoscopio de imágenes y sensaciones, pero también de vivencias, relleno de protagonistas que nunca sospecharon ni por asomo que podrían serlo de un libro. No son pequeños textos, como decía al principio, son paratextos, concepto que nos dice que no son ni textos ni hipertextos. El paratexto es al texto lo que lo paranormal a lo normal. Y desde esa experimentación literaria cercana a las vanguardias Agustín Fernández Mallo ha entregado a la imprenta un gigantesco paratexto conformado por infinidad de pequeños paratextos. «El mundo es fragmentario», dice el autor. Su novela también. Porque para leer hay que hacerlo con la vista, pero también con el oído, el olfato, el gusto.... y, cómo no, el tacto, y algún que otro sentido que no recuerdo. Léanla, disfrútenla, saboréenla y, después, saquen sus propias conclusiones mientras esperamos su «Nocilla lab», con la que cierra la trilogía, que, según el propio autor reconoce, «no tendrá nada que ver con las otras dos obras ni en contenidos ni en su forma». Lo que a buen seguro no podrá evitar Agustín Fernández Mallo será que algún día se vendan chapas o pins con su imagen. Al tiempo.