La mirada de Ángel Guache es siempre una mirada muy particular, personal, un modo de ver y enfrentarse al mundo original, irónico y lúcido. Este poeta, narrador y pintor nos descubre ahora un nuevo registro, un desafío al que a modo de precipicio se arroja con valentía, pese a lo arriesgado de este admirable y honesto reto poético.

En este libro de poemas Ángel Guache nos describe un paisaje de geometría exacta, no sólo exterior, también interno, del alma misma. Cada poema se convierte en una especie de perfecta e intacta figura de porcelana, cuya fragilidad apenas podría soportar el roce de un dedo. El autor reflexiona, se detiene, ante cualquier mínimo gesto, se cubre de silencio y anida en él. Se interesa por el origen, la nada, la realidad más pura, la materia más blanca, aquello que une principio y fin: la luz del primer día y la del último. Ese leve resplandor.

La cita inicial de Ezra Pound nos revela la intención, quizá oculta, quizá demasiado ambiciosa, del poeta: «He intentado escribir el Paraíso». El lector alcanza casi con sus manos esa paz sin nombre, lo que tan sólo alcanzamos a intuir, poco más. La espiritualidad que hallamos en estos versos nos conduce a la poesía oriental, el haiku, esa capacidad extraordinaria para captar una imagen, una sensación, aislarla del mundo y trasladarla al poema. Ángel Guache elabora una arquitectura interior de poderosos y firmes cimientos que, sin embargo, parece poseer la fragilidad del susurro. El silencio nos conduce al centro: «Adentro, / incógnita,/ atravesando/ la velada/ arquitectura,/ nueva luz/ albar/ ilumina/ mi interior/ más íntimo./ Adentro,/ en la recóndita/ región,/ geometría/ aúrea/ y fulgor/ pleno».

No abandona sin embargo esa sutil ironía que le caracteriza: «Cuidado/ con el rigor!/ Sé/ flexible./ Acuérdate/ del rigor/ mortis». Un singular trazo de sensualidad se dibuja en algunos versos: «Recorro tu espacio/ con mano de ciego». Bellas imágenes: «Leves notas/ de piano/ ascienden/ por la escalera». Lecciones muy sabias: «Vivir en el sigilo». Un recordatorio imprescindible: «Todo/ lo que/ necesitamos/ lo tenemos/ dentro/ de nosotros». Podemos señalar, sin temor a equivocarnos, que hay cierto poder de chamán, en este libro, sanador, puesto que «en nosotros/ está toda/ la esencia» y «el equilibrio cura»; estos versos quizá, tal vez, consigan liberarnos «de la prisión/ de la vida», en definitiva «alcanzar/el sumo/ sosiego,/ la inefable, paz/ suprema».

Guache define el cuadrado como «estructura esencial» y en dicha estructura transforma este libro de poemas que podríamos definir como «unión de razón/ y de una espiritualidad/ que tiene los pies en la tierra». Tan sólo apto para buscadores, para aquellos que han decidido arriesgarse e ir más allá de lo establecido, ese camino de luz hacia lo esencial, una pequeña ofrenda a «la eternidad del silencio»: «está/ lo que permanece/ y dura para siempre: / luz eterna/ interior y quieta,/ geometría sin materia,/ verbo inasible,/ aura blanca de la nada./ Pues sólo permanece/ el vacío./ La sosegada y desnuda/ sabiduría/ del vacío».