Más sofisticado que Carvalho, menos histriónico que Holmes, el inspector jefe Chen Cao aparece nuevamente en Seda roja, la última novela traducida al castellano del escritor chino Qiu Xiaolong. Si aparentemente el argumento, la investigación de asesinatos en serie, nos sitúa en la novela negra, basta leer sus primeras páginas para comprobar que Seda roja es mucho más que una novela policial. «No demasiado lejos de allí, su antigua casa construida al estilo shikumen, donde vivía junto a una docena de familias obreras, iba a ser derruida para erigir en su lugar un rascacielos de oficinas. Y tampoco podría disfrutar de un cuenco de sopa de soja servido por el restaurante Obrero y Agricultor a la vuelta de la esquina. El restaurante barato, en otra época recomendado "por su dedicación a la clase obrera", había desaparecido, y ahora ocupaba su lugar una cafetería Starbucks». Quien quiera conocer la controvertida China actual, desde una mirada profunda y no desde la visión fugaz del turista, sólo tiene que acercarse al autor de Muerte de una heroína roja o de Visado para Shangai. Policías de barrio, ejecutivas de empresas chinas - americanas, intelectuales empobrecidos, chicas de karaoke, nuevos ricos o «bolsillos llenos»-, Seda roja ofrece al lector una visión amplia en la que conviven la vieja sociedad comunista con la pujante capitalista.

Al igual que un poliedro, la novela presenta diversas caras que pueden captar la atención del público más diverso. Para los interesados en la literatura ficcional, la trama está bien argumentada, con un ritmo ágil, y un desenlace galopante. La historia de los asesinatos en serie, mujeres jóvenes vestidas con un traje manchú rojo y la misteriosa psicología del asesino, logran mantener despierto el interés hasta las últimas páginas. Además, el autor de Cuando el rojo es negro, adorna el contenido con expresiones o metáforas propias de la literatura china; así, «aparecieron bufetes de abogados como brotes de bambú tras un repentino chaparrón primaveral» o «la importancia de la literatura perdura mil otoños». Sin embargo, el valor de la novela bien estructurada, pronto se ve superado por la riqueza que aporta el personaje protagonista, Chen Cao. No es un inspector jefe al uso corriente. Licenciado en literatura inglesa, y matriculado en un máster de literatura clásica china, Chen Cao cita poetas, historias, películas clásicas descubriendo todo un mundo cultural que va mucho más allá de Marcela de Juan o de Wang Quan'an. Pero la personalidad de Chen Cao no se constriñe sólo al erudito libresco o cinéfilo. Con un paladar exigente, el inspector jefe se sirve de la riqueza gastronómica de su país y juega psicológicamente con ella. Sin juzgar al asesino, Chen Cao indaga el origen del mal, aunque para ello tenga que remontarse años atrás, permitiéndonos conocer otros periodos históricos como fue el de la Revolución Cultural china.

Quien deseé conocer Shangai, Seda roja le llevará a las orillas del río Huangpu mientras contempla los rascacielos del Pudong, disfrutará de un buen té en el salón Huxinting y observará a los ancianos leyendo los periódicos en las vitrinas del Parque del Pueblo. Pero hará mucho más: le adentrará en las paradojas de la China actual, mostrándonos que las rodajas de raíz de loto rellenas de arroz es «ahora un plato muy solicitado en los restaurantes caros». Lo que el profesor universitario de St. Louis no nos cuenta, es que además, es exquisito.