Willans a la máquina de escribir y Searle a la lámina de dibujo (no importa el orden de autoría) crearon en 1953 el prototipo de lo que entonces era un escolar gamberro en Inglaterra: Molesworth llamaron a la criatura, un chiquillo que tiene claros cuáles son sus enemigos de clase (de verdad, nunca mejor dicho: de clase como aula y de clase también como estrato social): «empollones, chibatos, direztores, criquet, havusones, padres, profesores?» No hay errata en lo que acabo de entrecomillar: el chaval no es que cometa faltas de ortografía, es que apenas escribe según las normas, véase el propio título del libro, con esa jota juanramoniana con que tan bien atina el asturiano Jon Bilbao en la traducción o reformulación de Down with skool! El personaje tuvo gran éxito, encabezó una tetralogía y su aspecto pequeñajo, rizosillo, pecoso, con gorra, chaqueta y jerséi del imaginario Colegio San Custodio, atento a no dar golpe en el aula y formar lío ha pasado en el imaginario colectivo a ser el prototipo del alumno díscolo, como se le llamaba, pues hoy sería «alumno disruptivo» o quién sabe qué memez inventada por la nueva palabrería de la tribu pedagógica, de los profesores de los profesores, del enseñar a enseñar y demás zarandajas posmodernas.

A los malos del libro (los profes sobre todo, claro) los dibuja Searle delgadísimos (¿famélicos?) y zancudos como buitres, calvos por lo general, llenos de arrugas, acabados. Es decir, como un niño de los 50 del XX los veía. Son tipos que pegan collejas y reglazos, presumen, son ingenuos a causa de la vanidad necia que los ciega, cortos de entendederas, apegados al rollo que sueltan. Veamos a los de Latín: «Si por suerte consigues mantenerte despierto en clase descubres que todas las cosas que se cuentan en latín pasaron hace tope supertope de tiempo. Por eso los profesores están siempre encorbados y decrépitos y hojerosos». ¿Matemáticas? Tras reproducir un galimatías ecuacional, el niño narrador Molesworth reflexiona: «Eso es a lo que se dedican los profesores de matematicas y hesplica porqué son tan hestirados hestrictos y terroríficos». ¿Historia? «Parecéis pálido molesworth. ¿Acaso padecéis vuestra merced algún sufrimiento? Adelante, muchacho, compartid con nostros la causa que os aflige. (Nota: Todos los profesores de historia hablan en antiguo)». ¿Religión? «La religión es supertope por que en la biblia siempre están haciendo las cosas sangrientas que nos gustan tanto. Abrahan intentó matar a su hijo pequeño Isaac quemándolo en una fogata. Lo habría echo y lo habría echo bien si no hubiera perdido la serenidad». ¿Asignaturas ya desaparecidas?: «La cultura jeneral es todo lo que no se da en latín geografía argebra geometría frances historia etcetera. Parece que no pero la cultura jeneral inclulle tantas cosas que es imposible que te caba en la cabeza».

Enfrente, sus discípulos holgazanean, preparan trastadas, urden trucos para librarse de las clases? todo, repito, de lo que quedó en el cliché de lo que era un colegio de pago (ojo, no es la escuela pública rural de la España del hambre la parodiada en el libro: Gran Bretaña, clase pudiente). Así pues, los motivos para leer y disfrutar ¡Abajo el colejio!: darse una buena dosis de carcajadas; recordar (los adultos muy adultos) tiempos escolares que fueron (o que uno recuerda que así fueron); seguir el finísimo trazo de los dibujos o caricaturas (y rastrear influencias de Searle en tiras y viñetas actuales); añorar (los profes de hoy) que las faltosadas alumnales de ahora no revistan la inocencia de aquellas; hacerse cruces (los alumnos de hoy) al conocer lo que el concepto «gamberro» significó en lo que para ellos es la prehistoria, sin duda; entrenarse en la visión del «otro», del que no relata la Historia sino que la sufre. Además, por sabido se calla, de lo muy bien que van a pasarlo los aguerridos defensores de la no ortografía.