La editorial Lumen nos ofrece una nueva y cuidada edición de excepcional belleza de una de las obras clave de Virginia Woolf, Un cuarto propio. Con prólogo de Kirmen Uribe e ilustraciones de Becca Stadtlander, esta obra se presenta al lector como ese extraordinario tesoro que surge tan sólo en contadas ocasiones. Ese lugar en la historia que sólo algunas obras adquieren por derecho propio, encontrando ahora de la mano de Lumen el formato idóneo. Esta es, sin duda, la edición perfecta que da forma al milagro. Exagerada afirmación tal vez para algunos, pero aproximada por el alcance de esta obra que surge como reflexión y conferencia que Woolf prepara y más tarde decide ampliar y reelaborar hasta convertir esta indagación y diálogo, a través de la historia, en el ensayo que más tarde se convertirá en núcleo o libro de referencia fundamental del feminismo y de todo movimiento personal o colectivo que lucha por la visibilidad de la mujer.

Woolf reflexiona de un modo lúcido y plantea preguntas, es un diálogo activo, un diálogo a través de la historia en el que la autora presenta una serie de hechos de forma imparcial, disecciona la realidad de un modo limpio, aséptico, sin tomar partido, sin sentimentalismo alguno; ésta es nuestra realidad, parece decirnos, no hay engaño posible. Si somos capaces de enfrentarnos a ella y su peso de ésta, tal vez tomemos conciencia del papel de la mujer en la sociedad y de las causas de su evidente invisibilidad. Llamada de atención a nuestra conciencia a través de hechos, no reflexiones vagas. La actualidad de este ensayo sigue demostrando la veracidad de los hechos que nos muestra y la extraordinaria lucidez y habilidad narrativa de la autora para describir de un modo tan natural, e implacable, a su vez, la realidad de la mujer a través de la historia. Qué relación se establece entre esta invisibilidad y nuestra condición, dos elementos básicos: la carencia de una independencia económica y de «un cuarto propio». Tan sólo es necesario imaginar cómo cambiaría la situación de cualquier mujer tanto en el pasado como en el presente si estos dos elementos no quedasen fuera de su alcance. Cuántas mujeres habrían no ya alcanzado un nombre en la historia a través de su trabajo y profesión, preguntémonos cuántas mujeres habrían simplemente existido o cuántas seguirían vivas ahora libres de la violencia machista o la violencia verbal, laboral, familiar o acoso y derribo que han sufrido desde siempre, a salvo entonces en su «cuarto propio» y libres gracias a su independencia económica («Cada vez que una lee de una bruja tirada al agua, de una mujer poseída por los demonios, de una curandera vendiendo hierbas y aun de la madre de un hombre célebre pienso que estamos en la pista de un novelista, un poeta abortado, o una Jane Austen muda y sin gloria, una Emily Brontë rompiéndose los sesos en el páramo o recorriendo con desolación los caminos, trastornada por la tortura de su genio»). Nos siguen silenciando y cortando el paso y, por tanto, difícil existir entonces. Pensemos tan sólo eso y comprenderemos la situación actual, presente y futura y el camino que aún hemos de recorrer: «La independencia intelectual depende de cosas materiales. La poesía depende de la libertad intelectual. Y las mujeres han sido siempre pobres, no sólo por doscientos años, sino desde el principio del tiempo. Las mujeres han tenido menos libertad intelectual que los hijos de los esclavos atenienses. Las mujeres, por consiguiente, no han tenido la menor oportunidad de escribir poesía. He insistido tanto por eso en la necesidad de tener dinero y un cuarto propio».

No hay victimismo alguno en las palabras de Virginia Woolf, expone una realidad, la analiza, y advierte de que no hay excusa posible para que la mujer no haga todo lo posible por cambiar dicha realidad, puesto que ahora sí puede alzar su voz frente al mundo y exigir su lugar, ocuparlo, pues tiene voto, puede acceder a la educación y a los mismos medios que un hombre. Por tanto, recuerda, en nuestras manos se encuentra ahora nuestro destino, e insiste, no hay excusa posible «si encaramos el hecho (porque es un hecho) de que no hay brazo en que apoyarnos y de que andamos solas y de que estamos en el mundo de la realidad y no sólo en el mundo de los hombres y las mujeres». Afirma: «Vale la pena trabajar hasta en la oscuridad y en la pobreza». Y vuelve a recordarnos: «Mr. John Langdon Davies nos advierte "que cuando los niños dejan de ser del todo deseables, las mujeres dejan de ser del todo necesarias". Espero que tomen nota».