Es la trayectoria artística de Daniela Zanzoni una de las más interesantes de cuantas se han venido desarrollando en Asturias en las últimas décadas y desde que, hace ya mucho tiempo, llegara aquí desde su Roma natal, donde realizó estudios de Arquitectura que sin duda influyeron en sus creaciones plásticas. Es interesante, entre otras cosas, porque su obra, aun respondiendo a diferentes planteamientos, fruto del mantenido empeño de investigar y profundizar en ella, se ha significado por una evolución muy coherente en cuanto a las personales características que la identifican y al hecho de responder siempre a un mismo pensamiento estético y a una misma materia básica en su creación: el papel. Y eso ahora, incluso cuando en la presente exposición se aleja en parte de su obra de la mayor evidencia de la disciplina geométrica y la misma artista, en uso de una nueva libertad creativa, lo subraya en el título de la muestra: "Pasando página".

En lo esencial, el trabajo de Daniela Zanzoni podría describirse como una búsqueda de nuevas y personales geometrías evolucionando sobre el plano concebido como base de configuraciones tridimensionales en potencia. Eso la ha llevado desde la creación de aquellas formas desplegables en cartón en sus primeros tiempos en la galería Benedet, que recuerdo haber llamado esculturas-acordeón, a la geometría más estricta de tensiones lineales, como arquitecturas de vías de comunicación en una versión dinámica de la tradición constructivista, o, más recientemente, a la experimentación con la impresión digital para crear ilusiones de volumen con grafismos gestuales sobre transparentes acetatos en cuya manipulación lograba una sugestiva variedad de imágenes de rico cromatismo y efectos pictóricos que, entre el lirismo abstracto y el op art, parecían desvanecerse en el espacio.

En la muestra actual, Daniela Zanzoni presenta dos series de obras diferenciadas. En una de ellas, la más cercana a su manera habitual, inventa una notable variedad de formas en la creación de volúmenes con la manipulación artística de tiras de papel de calidad, como dibujos construidos con notable sutileza y delicadeza de poemas visuales. Son como espacios íntimos que luego se encadenan en una instalación algo barroca que llama templo y con la que el espectador puede convivir.

El título de "Pasar página" se justifica doblemente en la otra serie de obras: por el alejamiento de sus constantes geométricas para dar paso a una más evidente conceptualización (la idea como obra) y porque son toda una novedad, piezas de instalación en versión de objetos escenificados, con cierto contexto surrealista, en la que el libro es protagonista. No es que pase las páginas, es que las tritura, como en esas máquinas que destruyen documentos más o menos comprometedores. Cientos o miles de tiras de papel cuidadosamente cortado y manipulado se agrupan no con la delicadeza de las otras piezas sino en tumultuosa y barroca abundancia para forrar un taburete o una silla, asientos de lectura, o páginas enteras huyen de un libro diseccionado sobre la pared. O, en fin, y sobre todo, porque es la obra más espectacular de la exposición, un libro abierto vomita un torrente de materia recortada como el amasijo de una indigestión. No sé si metáfora crítica del hecho de que en tantos casos del arte actual el libro o catálogo, como teoría, se haya convertido en sombra del artista, su doble o, como alguien dijo, su ventrílocuo. Esa excesiva influencia de la filosofía y la literatura en el terreno de la creación artística hasta el punto de convertir la obra plástica en mera ilustración, del andamiaje teórico-crítico, como en algunos casos y no de modo tan paródico como se pudiera pensar, se ha denunciado. En cualquier caso, Daniela Zanzoni vuelve a dar noticia de su capacidad de inventiva plástica y a suscitar el interés que su obra siempre despierta.