Oviedo, Antonio LORCA

Cuando Adrián Macía termina cualquiera de los partidos que juega en el polideportivo de Pumarín tarda algo más de tiempo que sus compañeros en irse a descansar. Y es que les llega el turno a Adrián y a David, sus dos hijos. Ellos también quieren jugar al baloncesto con papá y saben que cuando esos señores de gris -los árbitros- pitan el final es que les ha llegado su turno. Junto a ellos suele quedarse también el tito Héctor, hermano y compañero de Adrián en el Oviedo.

Adrián tiene que aprovechar cualquier momento para estar con sus hijos, ya que el tiempo es para él un recurso escaso. Entrena cada día con el Oviedo Baloncesto, un club que milita en LEB Plata, una liga en la que la mayor parte de los jugadores viven del baloncesto, y a su vez trabaja en la empresa Saint-Gobain, en Avilés, donde es encargado del ensamblado de las lunas de coche que allí se fabrican.

Levantarse a las seis de la mañana, entrar a trabajar a las siete, salir a las tres de la tarde, comer, descansar un rato, jugar un poco con los niños, coger el coche para ir a Oviedo a entrenar, regresar y acostarse rendido tras una jornada que, cuando los entrenamientos del club empiezan a las diez de la noche, se hace muy larga, demasiado larga. Un ritmo al que, a sus 36 años, ya está acostumbrado pero que va pasando factura tras 15 años en la empresa y toda una vida en las canchas, desde que comenzara a jugar federado en categoría cadete del Nueva Base de Avilés, de donde es oriundo.

«Lo llevo dejando cinco años», responde Macía cuando se le pregunta cuánto tiempo más va a aguantar al pie del cañón. «Suelo terminar las temporadas muy cansado y decidido a dejarlo, pero cuando paso un tiempo sin jugar siento que me falta algo y entonces me animo y me digo que solo será una más». Y así van ya unas cuantas. Pero las negociaciones más duras llegan en casa, con su mujer. Con buen humor explica que: «El agente doméstico hay que negociarlo. Hay que presentar un proyecto, un plan de horarios,...».

Una de las razones que han llevado a Adrián a seguir temporada tras temporada, y a pesar de las dificultades, ha sido que «cada año había un aliciente nuevo». Y es que sus siete últimas temporadas, las que ha jugado en el Oviedo, han supuesto cada una de ellas un nuevo reto. El club empezó desde abajo y ha ido subiendo de categoría cada campaña. Hasta el punto de que las dos últimas han sido para Adrián las más competitivas de su carrera, donde ha jugado un baloncesto de mayor nivel. Y encima siendo uno de los importantes, el capitán, del equipo dirigido por Alfredo Riera. «Si hubiera seguido en Primera Nacional lo hubiera dejado hace tiempo; pero en el Oviedo he tenido un aliciente nuevo cada año».