Vitoria, Eloy MÉNDEZ,

enviado especial de LA NUEVA ESPAÑA

De los cánticos de alegría en el vestíbulo del hotel donde se alojaba el Sporting a los gritos de tensión que se oyeron en los alrededores de Mendizorroza. Los casi tres mil aficionados sportinguistas que viajaron ayer hasta Vitoria vivieron un contraste de sensaciones que les llevó de lo mejor a lo peor del fútbol en apenas media hora. Tras escoltar al autobús del equipo que entrena Manuel Preciado hasta el estadio, varios centenares de seguidores gijoneses fueron víctimas del ataque de un grupo de ultras alavesistas que, encapuchados, les intentaron agredir con palos, botellas y piedras mientras hacían cola ante las puertas de acceso, que no se abrieron hasta media hora antes del encuentro. La lenta actuación de los agentes de la Policía Autónoma vasca complicó una situación que se saldó con varios detenidos y otros tantos heridos.

Ya en las gradas, que se quedaron lejos del lleno anunciado durante la semana en Vitoria, el grueso de los seguidores rojiblancos se situó en una de las esquinas del campo. Banderas, pancartas, cánticos y el sonido de la gaita volvieron a ser las señas de identidad de una mareona que, a pesar de que el encuentro era televisado y se jugó en la tarde del domingo, volvió a responder. Al final, aplausos desde el medio del campo por parte de los jugadores y gritos de «a primera» por parte de sus incondicionales. Ya sólo quedan tres semanas para despejar esa incógnita.