Miguel L. SERRANO

Pocas veces un equipo nada italiano se comportó de manera tan italiana. En el once inicial del Inter de ayer no había ningún jugador transalpino. Pero el Inter, por Mourinho, representa en toda su esencia la fama de fútbol resistente, correoso, duro y (a veces) letal que acompaña hace tiempo a la selección «azzurra». Ayer los locales fueron todo eso y lograron lo que querían: mantener la portería a cero. El Barça fue el Barça autoritario de siempre salvo frente al gol. Dueño de la posesión, bello en las transiciones, rápido en los movimientos e intenso en la presión, los de Guardiola pusieron todo el fútbol de la noche, buscaron la victoria por todos los lados y se estrellaron una y otra vez contra el muro dispuesto por el portugués. Hicieron más y mejor, mandaron y mandaron y llegaron a aburrirse de tanto rebotar contra lo mismo. Gozaron más de la posesión en la segunda parte, pero se acercaron más al gol en la primera. Tal vez se excedieron en la combinación cuando más fácil lo tenían, a la vera del área.

Nada tuvo el partido de duelo de artilleros. Eto'o e Ibrahimovic, pasado y presente de ambos equipos, perdieron los dos. A Eto'o apenas se le vio porque, básicamente, opciones de combinar tuvo las justas. Al camerunés le va a costar brillar allí tanto como lo hacía en España por la filosofía de su entrenador. El sueco se asoció bien y se apoyó con criterio, pero le faltó movilidad. Los locales echaron en falta la corpulencia del sueco y los barcelonistas estimaron los espacios que propiciaba Eto'o con su inquietud arriba.

El caso es que el campeón salió a demostrar que lo es en un inicio fulgurante. Cuatro ocasiones en ocho minutos, una de ella clara, en un remate de Ibrahimovic alto a pase de Xavi. El sueco la controló con el pecho pero quiso reventarla en vez de tocarla fácil a un lado y se le fue desviado. En el primer minuto Messi ya obligó a trabajar a Julio César con un golpeo seco y raso y, al poco, con un cabezazo liviano. Los azulgranas, eléctricos, profundos, superaban al Inter en todo, combinando posesión con verticalidad, rapidez, llegada y remate. Sólo les faltaba el gol. El dominio, cierto, se fue diluyendo en beneficio de una mayor presencia italiana, pero aun así el díscolo Mourinho, un tanto inquieto y protestón en la banda, no lo veía claro. Diego Milito, participativo y veloz, fue protagonista del único acercamiento neroazzurro, con un disparo potente que atrapó Valdés. Keita y Messi dieron continuidad a la superioridad del Barça con dos lanzamientos sin premio antes del descanso. La reanudación deparó un dominio total azulgrana, con un Inter a rebufo al que le duraba nada el cuero. Un trallazo de Stankovic que salió lamiendo el palo fue lo único decente de los italianos en ataque. El resto fue todo Barça con llegadas y llegadas infructuosas. Unas veces por el afán azulgrana de hacerlo más bonito de lo que puede ser y otras porque, sencillamente, el autobús italiano se salió con la suya.