Como en muchos e históricos clubes de fútbol, los seguidores del Real Oviedo ocupan un amplio intervalo de edades, que abarcan desde que se tiene uso de razón hasta la fecha de la pérdida de la misma. Quizá muchos de los actuales seguidores del Real Oviedo, sobre todo los jóvenes, no se acuerden del personaje azul al que me voy a referir, dado que falleció en los primeros años del siglo XXI y había prestado sus servicios al club entre las décadas de los cuarenta y los ochenta del pasado siglo XX.

No obstante, creo que se hace necesario recordar a los que lo conocieron e ilustrar a los más jóvenes seguidores azules que no tuvieron la oportunidad de coincidir con él en el tiempo, quién es el personaje al que me refiero y con el que nuestro querido Real Oviedo tiene una deuda moral pendiente. Antonio Fernández García, más conocido como «Antonín», fue lo que entonces se denominaba «masajista» en el Real Oviedo (hoy en día se utiliza el término fisioterapeuta), desarrollando su labor ininterrumpidamente durante casi cuarenta años. Prestó sus servicios al club con dedicación leal y absoluta, magnífica intensidad y profundo cariño a los colores azules. En sus casi cuarenta años de dedicación al Real Oviedo, se caracterizó por su profesionalidad, por su carácter positivo y jovial, con gran comunicación y unión con jugadores y cuadro técnico. Aunque recibía un pequeño salario, puede decirse que con la gran cantidad de horas dedicadas, el saldo final era, como decimos aquí, «que perdía perres» con el Real Oviedo, aunque a él no le importó demasiado el aspecto económico con el club.

Aún recuerdo cuando, siendo todavía un niño, acudía yo al viejo campo de Buenavista y cuando había un encontronazo entre dos jugadores rivales y necesitaban atención, se producía una disputa entre los masajistas de ambos contendientes por ver quién llagaba antes al jugador caído, nunca se hacían apuestas para ver quién era el más rápido, Antonín llegaba siempre el primero. Esa velocidad y forma física envidiable, que ponía de manifiesto partido a partido, no solamente la aportaba para atender a los jugadores del Real Oviedo, sino que cuando se lesionaba algún jugador del equipo contrario y el golpe hacía temer una lesión de cierta gravedad, Antonín saltaba al campo para atenderle, y, cómo no, llegaba antes que el propio masajista del equipo rival.

Hombre pequeño de estatura, pero atlético en lo físico, grande de corazón, sencillo y alegre en lo social, sirvió al Real Oviedo durante muchísimos años guiado por su cariño hacia el club, lo que ahora llamarían «sentimiento azul», sin importarle demasiado los aspectos económicos.

Somos muchos los ovetenses y oviedistas de todas las edades, que llevamos años disfrutando y sufriendo con el club de nuestros amores, los que creemos que a Antonio Fernández García, «Antonín» no se le ha dado por el Real Oviedo un reconocimiento a sus años de trabajo y abnegada dedicación al club, siendo objeto de un olvido inexplicable e imperdonable para un gran club como el nuestro.

Soy de los que pienso que los clubes se hacen grandes por su historia, por las personas que fueron parte de la misma y contribuyeron a ella, por divulgar esa historia a las jóvenes generaciones de seguidores para que la conozcan y la transmitan y por el reconocimiento a las personas que contribuyeron a esa historia y forman parte de ella.

Nuestro Real Oviedo siempre fue un club grande y señor, y pese a los infortunios y decepciones de los últimos lustros, tiene que seguir siéndolo y honrar y enorgullecerse de las personas que como Antonín son historia del club.

Me atrevo a pedir a la afición y a los rectores del club un reconocimiento a la figura de Antonio Fernández García, quien tuvo merecimientos para ello y hoy, aunque fallecido, lo recibirá gustoso desde el cielo, porque no olvidemos que el cielo, como Antonín, es azul.