No es Montmeló un circuito dado a las sorpresas, a las carreras dantescas, a las remontadas épicas, a los resultados inesperados. En Montmeló el vencedor del domingo se decide ya el sábado (todos los ganadores en el circuito barcelonés este siglo salieron desde la pole). Y es que Montmeló, como todo circuito, tiene su idiosincracia particular y ésta nos dice que allí el adelantar es casi imposible salvo para doblar a esos peligrosos carromatos sobre ruedas que son los Hispania o los Virgin.

Pero que la victoria de Webber estuviera predestinada desde el sábado no quería decir que allí nada más se fuera a mover. Lo había advertido Fernando Alonso tras la clasificación: «Los Red Bull mandan siempre los sábados, pero no están al mando de la general». Es decir, que hasta la carrera más predecible, como puede ser la de Barcelona, esconde una trampa en cualquier curva. Por eso no es que se trate de seguir al pie de la letra el «piano, piano si va lontano» italiano, pero sí de ser consciente de que donde no llega la potencia del motor, el influjo del «conducto F», la importancia del alerón variable delantero o la suspensión inteligente puede llegar la paciencia, la constancia, el no cometer errores y el aprovechar los posibles de los demás.

La carrera de Montmeló hubiera sido aburrida si no llega a ser por esas docena de últimas vueltas en las que primero Vettel tuvo que pasar por boxes para cambiar unos neumáticos que ya no respondían en las frenadas y luego Hamilton pagaba una vez más esa conducción suya siempre al límite, reventando la rueda delantera izquierda. Y Alonso, que salió cuarto y que cuarto rodó toda la carrera tras no lograr arrebañar nada en la salida, subió así hasta el segundo cajón del podio y al segundo también de la general.

Habrá quien defienda, claro, que lo del asturiano ayer no fue sino un toque de fortuna, la suerte que dicen del campeón. Otros que hizo lo que había que hacer, que «piano, piano llegó lontano». Lo mejor, el resultado. Pues sí. Y Alguersuari de nuevo en los puntos -en el punto-, y De la Rosa, de nuevo fuera, él sí por mala suerte, porque mala suerte es que te emburrien y te saquen de la pista y no buena el que hagas una carrera de manual.