En Silverstone están todas las entradas vendidas desde hace una semana. No cabe una Union Jack más. Banderas del imperio dedicadas a McLaren, convertida la escudería en portadora del espíritu patrio con sus dos pilotos británicos al frente. Hamilton tiene miles de fieles. Viajan desde todo el país para verle recuperar mañana el orgullo e ignoran los traspiés que viene pegando el muchacho dentro y fuera de la pista. Al contrario, Button, sin ruido, gana seguidores. Y carreras, como la increíble que se llevó en Canadá. Gusta su perfil de gentleman más que el de nuevo rico de su compañero, instalado entre la gente guapa de Hollywood, guiado ahora en su vida deportiva por el agente de las estrellas, el americano Simon Fuller, y entregado a una relación sentimental televisada al minuto con la cantante Nicole Scherzinger. Acorralado, Hamilton afrontar su fin de semana más complicado. Se la juega a todo o nada.

Será en Silverstone, el viejo aeródromo del que todavía se conserva una parte de la pista de aterrizaje como vía de servicio. A la pista donde la F1 se bautizó en 1950 le han arrancado este año un pedacito de su historia. Obligaba el precario estado del firme y la falta de espacio en los garajes y el pit lane. Por unos 45 millones de euros al circuito le han cambiado la cara. Nuevo edificio de boxes, un carril de garajes con dos alturas, césped junto al muro de los ingenieros y una sensación futurista en la cuna del automovilismo. Una pega. «Los aficionados ya no ven las paradas en boxes», lamenta Fernando Alonso.

Cambia hasta la recta principal, desplazado ahora todo el conjunto al inicio de la zona de pista nueva, la que se estrenó el año pasado y dio 700 metros más al trazado. «Ha perdido un poco su carácter», dice Michael Schumacher. A Nick Heidfeld tampoco le entusiasma el cambio. «Me gustaba antes, no comprendo lo que han hecho».

Lewis Hamilton, sin embargo, busca el lado positivo en la forma de afrontar la salida con dos curvas rápidas al inicio y el reparto de posiciones pendiente para la tercera. «Antes había que ordenarse para la primera frenada, pero ahora hay espacio para dos coches emparejados. Se pueden ganar posiciones al llegar a la tercera curva», dice.

Llega el inglés con necesidad de triunfo. Es cuarto en el Mundial (solo tiene 10 puntos más que Alonso) y su compañero Button le lleva la delantera. En Inglaterra les miden por diferentes raseros. Si cuando su guerra civil con Alonso todo lo que hacía era bendecido, la lupa es ahora implacable con él.

La tachan de mal hijo por haberse alejado de su padre y apartarle de las tareas de representante -Anthony anida ahora en el garaje de Force India, donde pastorea al escocés Di Resta- y se ha ganado reprimendas de algunas viejas glorias del automovilismo británico. «Necesita los consejos de su padre, estoy preocupado por él», dice Stirling Moss. Nigel Mansell le aconsejó no dejar McLaren ante los rumores que le situaban en Red Bull y la respuesta de Lewis fue tajante. «Que se guarde sus opiniones. No me interesan». Algo parecido le dedico a Lauda (tres veces campeón del Mundo) cuando escuchó críticas que le costaron al austriaco, colaborador de la RTL, tres carreras sin entrevistar a nadie de McLaren.

Tampoco se libra de que los popes del periodismo inglés revisen su comportamiento. No le perdonan su mal año, su visita clandestina a las oficinas de Red Bull hace unas carreras, o sus bromas fuera de tono sobre el racismo. «Es un niñato engreído, desagradable en la derrota y que se cree con derecho a todo», escribió ayer en el Daily Mail Jonathan McEvoy, uno de los especialistas en Fórmula 1 más reconocidos del Reino Unido. Todo un trago para Hamilton.

Silverstone, Á. FAES

Resguardado del agua, Fernando Alonso se entretenía en el garaje a la espera de que la lluvia se diese un respiro. Como no lo hizo, sólo dio ocho vueltas en la segunda sesión y desperdició la ocasión de recoger unos cuantos datos útiles. Les sucedió a todos igual, y sólo el valiente Buemi (Toro Rosso) se atrevió a pasar de las veinte vueltas. Massa, el más rápido, únicamente completó nueve giros. «Ha sido la jornada de entrenamiento más sosa de todo el año», resumió Alonso, incapaz de sacar conclusiones de lo vivido ayer.

Lo que mantiene el asturiano es que Red Bull sigue siendo el coche a batir, por mucho que en Silverstone la FIA haya limitado las funciones de sus famosos escapes soplados. «Cuando gana siempre el mismo coche es porque lo han hecho todo mejor. Son el rival a batir y espero que este fin de semana seamos nosotros los que les discutamos el dominio», dijo.

Se montó algo de jaleo en el paddock por los matices a la nueva norma, esa que impide que el motor envíe aire a la parte baja durante la frenada para conseguir más agarre. Reclamó Renault y la FIA accedió a alterar ciertos porcentajes de soplado de aire que, parece ser, eran muy importantes para la escudería francesa y enfadaron a algunos jefes de equipo.

Fichajes en Ferrari.- Mientras, en la Scuderia siguen reforzando el departamento técnico. Ahora le han birlado dos ingenieros a McLaren. Se trata de un especialista en dinámica de fluidos, Ioanis Veloudis, y otro en aerodinámica, el indio Rupard Darekar.