En la gran cuestión futbolística de la semana, el partido de anoche entre los dos más poderosos, y no son precisamente Ajax, queda claro que todo lo que rodea al partido, a la hora y media de juego, es pura grasa. La arenga de la azafata a los azulgranas en el aterrizaje en Madrid, las voces de la reportera a la puerta del hotel de concentración para aclarar que la plantilla blanca está a punto de merendar y los demás asuntos de menor cuantía quedan olvidados en cuanto Muñiz Fernández, hijo del gran Muñiz Farpón, brazo derecho de Díaz Vega, sopló el silbato. A partir de ese momento pasó lo que tenía que pasar, y a esperar el miércoles próximo, día señalado para el segundo acto del primer gran duelo del año en curso.

Hay, sin embargo, vida más allá de los dos más poderosos, y no son precisamente Ajax; hay vida, por ejemplo, en el admirable Mirandés, expoliado por el mimado Mateu Lahoz, que no quiso pitar dos penaltis claros a favor del modesto. El segundo lo vio a cinco metros y se quedó mirando quizás en busca de una protesta del capitán visitante. Este árbitro, jaleado a veces sin sentido porque «deja jugar», confunde dejar jugar con permitir agarrones y derribos en las áreas. El Mirandés se vino abajo en los cinco minutos finales, pero no está eliminado y, sobre todo, dio una lección al fútbol y a un árbitro que quiere ser valiente, pero que a la hora de la verdad es como todos, servil ante el más poderoso, en este caso el Espanyol, que está doctorado en sufrir injusticias. Admirable Mirandés, capitaneado por un bancario que viaja en coche por la noche para abrir la oficina a la hora reglamentada. Y el bancario mete goles de jugador caro.

Y en estas está el Mirandés, que puede pagar el esfuerzo copero en su marcha liguera, hasta ahora impecable, cuando el Villarreal hace una llamada a los suyos en busca de un apoyo necesario para sacar adelante el compromiso del lunes ante el Sporting. José Manuel Llaneza, vicepresidente castellonense, asturiano de cuna y sportinguista de simpatías, ha arengado a los suyos diciéndoles, entre otras cosas, que el del lunes es el partido más importante de la historia del club. Y eso lo dice el vicepresidente de un club que ha estado a un gol de alcanzar la final de la Liga de Campeones. Pero Llaneza sabe que en el fútbol de hoy o estás en Primera o no existes, por más que el presuntamente astuto Lendoiro venda la burra vieja. Comprensible la arenga de un club al borde del precipicio.

Mientras, enero avanza hacia su final, tope para hacerse con refuerzos. Ahora, por lo que cuentan los más finos analistas del lugar, el Sporting tiene que esperar el veredicto de Ángel Torres, el presidente del Getafe, para saber a última hora, quizá tarde, mal y nunca, si cede o no cede a Adrián Colunga, el sueño de una noche de invierno, descartado no hace tanto en Mareo. Las vueltas que da la vida. Años ha, el Sporting sólo supo del Getafe cuando tuvo que viajar al campo de Las Margaritas a terminar un partido suspendido en Puertollano por invasión de campo. Viajó, cerró la victoria y volvió a Gijón por carretera. Claro que eran otros tiempos. Qué tiempos.