Madrid y Barça se han acostumbrado peligrosamente a dosificar esfuerzos de cara a sus batallas directas. No es que la Liga española se haya convertido en un mano a mano entre los dos grandes, es que Europa parece seguir el mismo camino. La visita del CSKA a Madrid confirmó todo lo esperado: el abismo que separa al Madrid de los rusos le permite mostrarse con superioridad jugando al sesenta por ciento.

Desde el primer momento se vio que al Madrid le faltaba una marcha en el partido. Un planteamiento peligroso cuando la eliminatoria estaba tan expuesta a un accidente aislado. Tardó quince minutos el Madrid en carburar. Doumbia en un remate franco y una internada sin rematador acongojaron al Bernabeu. Fue lo que necesitaba un apático Madrid para empezar a jugar.

Lo hizo de la zurda de Özil, como ocurre habitualmente. La presencia de Kaká en el once, lejos de limitar las condiciones del alemán, le confiere cierta libertad para crear. Casi siempre partiendo de las bandas, donde no se notan tanto sus ocasionales desmayos. Desde ahí se asocia con facilidad con todos. Lo demostró cerca de la media hora. Un cambio de juego del zurdo alemán fue interceptado por Khedira en el área. Otro cambio de orientación y balón a dominios de Kaká: nuevo centro al corazón del área y gol de Higuaín, que pasaba por allí. No se evidenció ningún signo de oposición en la defensa del CSKA. Ante la tibieza, alguien creyó ver al entrenador ruso mandando calentar a Onopko, sentado junto a él en el banquillo.

Poco más se constató antes de un descanso necesario para reponer fuerzas. La segunda mitad sí se retomó con nuevos bríos. Por parte de los blancos, concretamente. Cristiano Ronaldo avisó a los dos minutos y acertó a los nueve. Ahí contó con la inestimable colaboración del portero ruso, que desoyó la máxima de los guardametas que dice que el cuerpo debe situarse siempre entre la portería y el balón. El dos a cero sirvió, además, para espantar fantasmas.

Algunos minutos antes del tanto del luso llegó la peor noticia de la noche para el Madrid. Alonso fue al suelo con vehemencia llevándose a un centrocampista ruso por delante. La amarilla que vio el pivote le impedirá estar en la ida de los cuartos de final. Mal menor si el rival es del nivel del Apoel; terrible noticia si el bombo desea cruzar a Bayern o Barça con los de Mourinho.

Benzema se apuntó a la fiesta sin pensarlo. Llevaba 30 segundos en el césped cuando rubricó el tercero. La asistencia llegó de la bota izquierda de Özil. Desde la banda, por supuesto. Se desperezó el CSKA y obtuvo el premio gracias a una obra personal del zurdo Tosic. Un par de acercamientos más de los rusos terminó de darle dignidad a su participación en esta Liga de Campeones. Justo antes de que Benzema sirviera en bandeja a Cristiano Ronaldo su segundo tanto, para saciar su apetito devorador de récords. Superado el trámite, esperan los cuartos de final. Sólo dos rivales -Barça y Bayern- de los siete posibles parecen poder amenazar el reinado blanco. También evidente en Europa.