Mario D. BRAÑA

Cuando la orquesta de Guardiola desafina y todo parece perdido, siempre aparece Messi. Al Barça se le escapaba la Liga a la luna de Valencia, hasta que Messi encontró un resquicio, insignificante para la mayoría de los mortales, pero suficiente para él, que conectó uno de sus zurdazos curvos que huyó de las manoplas de Munúa para besar la red. Como no era suficiente, poco después transformó con autoridad el penaltito de Botelho a Cuenca que Teixeira pitó tras el chivatazo de su ayudante. Era el décimo partido consecutivo de Messi marcando, vital para el equipo y significativo para el argentino, que iguala a Cristiano Ronaldo por el «pichichi» y a dos históricos del Barça: Mariano Martín y Ronaldo Nazário.

Aunque allí celebró dos ligas, el Ciutat de Valencia no es un campo amable para el Barça, que siempre sufre con el Levante. Con más motivo ahora que el otro equipo azulgrana hace oposiciones para colarse entre la aristocracia. Durante muchos minutos, el plan de Juan Ignacio Martínez funcionó como un reloj. Consiguió reducir a la mínima expresión el caudal ofensivo barcelonista y aprovechó la primera oportunidad para poner la liga patas arriba. Sólo se rindió ante el mejor: Leo Messi.

Con Cesc por Iniesta, Guardiola repitió esquema y casi el «once» del partido anterior, frente al Getafe, que tan buenas sensaciones le dejó. El problema es que ni el escenario ni el rival tenían nada que ver con el de la jornada anterior. El Levante fue prudente, pero en absoluto contemplativo. Además de Koné, que esperaba su oportunidad a la contra, el equipo de JIM iba a por todas tras cada robo de balón. Que fueron muchos porque el Barcelona sufrió un atasco monumental. Como, además, Pedro y Thiago no embocaron las primeras oportunidades, el Barça se expuso a cualquier contratiempo.

Y llegó, como tantas otras veces, en un saque de esquina. Valdés dejó un balón suelto en el área, Juanfran cabeceó y Busquets escondió tarde el brazo. Teixeira, bien situado, no dudó en señalar penalti, que Barkero transformó con su conocida solvencia. Guardiola no tardó en mover el árbol. Primero mandó a Thiago a la banda izquierda, Pedro a la derecha y Alexis en punta, el esquema atacante que mejor le va a Messi, que a fin de cuentas es de lo que se trata.

La segunda vuelta de tuerca llegó tras el descanso, con Cuenca abriendo el campo por la derecha. La tercera y definitiva incorporó a Iniesta en la banda izquierda, para juntar a todos los socios de Messi. El Barça fue estrechando el cerco hasta que, tras una jugada iniciada por Cuenca, Alexis hizo de pantalla para que Messi conectase su zurda de oro.

El Levante, tan entero hasta ese momento, empezó a oír pasos. Cuenca encontró cada vez más espacios para llegar al área y en una de ésas, tras un leve empujón de Botelho, se fue al suelo. Teixeira no señaló nada en un primer momento, hasta que su juez asistente dictó sentencia: penalti. Tras la habitual bronca, saldada con una buena ración de amonestaciones, Messi volvió a encontrarse de cara con su destino: resolver partidos.

Lo hizo con un lanzamiento poco habitual, arriba y a la izquierda de Munúa. Quedaba tiempo para una nueva sorpresa, que el Levante buscó con más entusiasmo que argumentos futbolísticos. El Barça consiguió dormir el partido y, al mismo tiempo, mantener vivo el sueño de la Liga que Guardiola da por imposible.