Cuando el Sporting de Gijón descendió a Segunda División en la campaña 1997-98, una de las primeras decisiones que tomaron sus dirigentes fue ir a visitar al por entonces presidente del Real Oviedo, Eugenio Prieto, para solicitarle un pacto de no agresión referente a la cantera. Entendían que, dado que el equipo azul iba a estar en la máxima categoría, podía ser un destino más atractivo para los canteranos. El Real Oviedo respetó aquella especie de acuerdo no escrito que, por otra parte, era más que lógico.

En 2003, cuando el Real Oviedo descendió a Tercera División, sumido en una profunda crisis institucional, el Sporting de Gijón saqueó el Requexón. Desde aquel año, cada mes de junio ha sido una auténtica pesadilla en la cantera azul, que espera a ver cuántos jugadores de sus categorías inferiores se pasan al eterno rival. El problema no es que se lleven a los niños, sino cómo se los llevan. En los últimos días han trascendido dos casos preocupantes: una oferta de un representante muy ligado al club de Gijón a un jugador cadete del Requexón que, además de una partida económica, incluía la convocatoria con la selección española de su categoría, según han comentado fuentes cercanas al chico, y una llamada a un jugador del primer juvenil azul en la que le aseguraban que todo lo que le habían prometido en el Real Oviedo era mentira. Estaría bien que ofertas de este tipo se aclararan, ya que sería un escándalo mayúsculo que un representante tenga el poder suficiente para decidir quién va a una selección nacional y también para saber dónde está el límite ético para conseguir un fichaje.

Detrás de esta polémica hay un trasfondo sociológico importante: el ansia de triunfar de algunos niños, y el ansia de algunos padres de que esos niños triunfen. No parece muy lógico mover a un chaval de 12 años de un equipo a otro pensando que así tendrá más oportunidades de salir futbolista, y no parece lógico porque la enseñanza que recibe el chaval es algo así como: deja de lado a tu gente, olvida tus valores y dedícate a triunfar en la vida sin fijarte en cómo lo haces. Decía Mario Benedetti que en esta vida se puede cambiar de mujer, de partido político o de coche, pero nunca de equipo de fútbol. La detestable época que nos ha tocado vivir va camino de quitarle la razón al genial escritor uruguayo.

Michu, Adrián, Santi Cazorla y Juan Mata son algunos de los mejores futbolistas que, ahora mismo, hay en el mundo. Todos ellos tienen un denominador común: salieron del Requexón. Curiosamente la prensa no suele recordar de qué cantera salieron, y se refiere a ellos como «asturianos», haciendo bueno el dicho aquel de «unos cardan la lana?». Pero el caso es que a todos los citados, a pesar de los pesares, les va bastante bien, y son la confirmación de que si un chico tiene que salir futbolista, saldrá futbolista, juegue donde juegue. Son también la confirmación de que en la ciudad deportiva azul se hacía un buen trabajo. Otros nombres, como Álvaro Fidalgo o Jorge Meré, internacionales sub-15, demuestran que en el Requexón se sigue trabajando bien. Ellos se fueron al Sporting después de cinco años en la cantera azul. Y el hecho de que cada año desde Mareo vayan a pescar a orillas del río Nora es bastante significativo. Lo que duele es que, para convencer a algunos padres y niños, se tengan que echar pestes y mentiras sobre el Real Oviedo. Ya tenemos bastante con lo nuestro.

Saldrán los puristas, y bromistas, que digan que también el Real Oviedo les quita jugadores a otros clubes más pequeños. Y es cierto. Como también lo es que los principales clubes de esta región son los que son. Y, ojo, es perfectamente entendible que un jugador que no está en ninguno de los dos equipos, a la hora de elegir, se decida por aquel que esté en mejor situación. El debate no va por ahí. El debate va por el mensaje que se quiere transmitir a los niños y el respeto por los demás, sobre todo cuando tu rival está pasándolo mal, y teniendo en cuenta que la vida son ciclos. A los oviedistas no nos gustaría que nuestro equipo hiciera lo mismo si un día la situación fuera la inversa.

Para que le cuenten a los padres lo malo que es el Requexón ya están ellos, que lo ven todos los días, y para asegurarles que en Oviedo no tenemos ni idea de fútbol base, también están ellos, que son lo suficientemente listos como para darse cuenta de las cosas. Una entidad seria, respetable e histórica como la gijonesa no debería dejar la captación de chavales en manos de gente sin moral ni ética. ¿Qué fútbol queremos promover? ¿Queremos que los chicos piensen que el objetivo es triunfar, sea donde sea, o que haya unos valores? ¿Queremos que los niños piensen que el fin último es tener un buen coche, zapatillas de marca y fama, o queremos formar personas de verdad? El mercadeo con niños no ayuda, ni mucho menos, a mejorar esta sociedad.

El Real Oviedo debería definir su política de cantera. Mendigar a un chaval, por muy bueno que sea, para que firme por un año, es prostituir el club. ¿A qué vienen los niños, a promocionarse? Mire usted, no, este club no está para eso. Ya que tenemos las de perder, porque somos pobres, feos y tontos, hagamos de la necesidad virtud y revisemos los valores. Como tampoco se debería dejar volver a aquellos que nos dejaron tirados cuando más los necesitábamos o que se fueron al máximo rival a probar suerte. No porque no pudieran hacerlo, que por supuesto que sí, sino por respeto al que se quedó y, sobre todo, por no lanzar el mensaje al resto de que aquí no pasa nada si te vas de mala manera, que siempre tendrás la puerta abierta para volver.

Hay que entender que a los padres se les puede calentar la cabeza a base de mentiras y promesas oscuras, pero en el Requexón no debería jugar ningún niño cuyo sueño no sea debutar en el Carlos Tartiere. ¿Que un padre quiere llevar a su niño a Mareo? Pues que lo lleve. Aquí ya sabe lo que hay. Si no le gusta, o tiene otros objetivos en la vida, es lícito y comprensible que lo haga, y no hay que insultar ni menospreciar a nadie por tomar una decisión que considera acertada. Otros pensamos que, por encima de todo, están los valores y el sentimiento, y eso no hay euros ni convocatorias nacionales que lo paguen. Es mejor un jugador un poco peor que el día de mañana sea socio del Real Oviedo y lo lleve dentro que una estrella desagradecida. Esto es un club, no una empresa, por mucho que los tiempos modernos, faltos de éticos y de moral, se empeñen en decir lo contrario.