El filósofo pragmático estadounidense Richard Rorty murió en 2007 a causa de un cáncer de páncreas que, con un sentido del humor tan negro como agudo, dijo haber contraído de tanto leer a Heidegger. Seguro que el cáncer que está impidiendo a Tito Vilanova disfrutar del Barça y del fútbol como se merecen el fútbol y el Barça no es consecuencia de leer a Guardiola, Cruyff y otros filósofos del barcelonismo, pero creo que Tito mira a los grandes teóricos del fútbol con la misma desconfianza con la que Rorty leía al oscuro Heidegger. A Rorty le preocupaba tanto la utilidad de la filosofía que llegó a proponer el cierre de todos los departamentos de filosofía de las universidades, para que los profesores tuvieran tiempo de dedicarse a investigar los problemas cotidianos de los seres humanos. Tito ha llevado la ocurrencia de Rorty a los hechos al renunciar a convertirse en el filósofo oficial del «más que un club» para concentrarse en investigar y resolver los problemas cotidianos del Barça.

A Tito no parece preocuparle el ser-ahí del Barça, es decir, el ser-en-el-mundo de un club que a fuerza de querer representar tantas cosas suele olvidar que sólo se trata de jugar bien al fútbol. No es que Guardiola fuera el inspirador del «Ser y tiempo» azulgrana, ni mucho menos, pero Tito ha conseguido que Messi y compañía resuelvan problemas cotidianos como los que pueden plantear el Atlético de Madrid o el Valladolid de una forma tan fiable como bella. Sin Tito en el banquillo, el Barça gobernó el partido contra el Valladolid con una mezcla de pragmatismo y belleza futbolística que habría encantado a Rorty. Mientras tanto, Los Otros se empantanan en peleas departamentales y conflictos seudofilosóficos que no sólo hacen que el vestuario blanco sea tan insano como el búnker de la Cancillería durante los últimos días del III Reich tal como muestra la película «El hundimiento», sino que producen monstruos en forma de inexcusables derrotas en Málaga e inexplicables vacaciones pagadas de Casillas en el banquillo. A los pragmáticos Tito y a Roura no les importa lo que sucede en el búnker de la cancillería madridista porque insisten en subordinar la teoría a la acción para resolver los problemas de la vida cotidiana en la Liga. Y eso significa que el ambiente irrespirable de un búnker madridista dirigido por un Mourinho cada vez más alejado de la realidad es un hecho que no afecta al juego del Barça porque la vida cotidiana del Barça se llama «Valladolid», no «Málaga» o «Casillas en el banquillo». Que el Barça esté en manos de un filósofo pragmático es una buena noticia para el Barça, para el fútbol y hasta para la filosofía. Con perdón de Heidegger.