El Sporting quiere vivir su séptimo ascenso el domingo, 7 de junio. Misma fecha en la que, hace tres años, se paró el corazón del líder del último regreso a Primera. Manolo Preciado permanece en el recuerdo del sportinguismo por el éxito conquistado en el 2008, el que nadie se esperaba. De la misma forma que nadie podía imaginar que aquella madrugada, con tan sólo 54 años, dejara huérfanos a quienes le consideraban como el artífice de que Gijón volviera a recuperar la ilusión tras una década de travesía por el desierto de Segunda División. Un adiós tan temprano que agrandó su memoria, la misma en la que continúa y en la que estará presente cuando los rojiblancos jueguen en el Benito Villamarín.

Los guajes de Abelardo aspiran a renovar el ascenso conseguido por Preciado. Dos formas, dos estilos diferente, que cuentan sin embargo con algún lazo de unión. En ambos casos, el regreso a Primera llegó poco menos que por sorpresa. Al inicio de la campaña, en niguno de los dos casos se valoró subir de categoría como una obligación, más allá del potencial y la responsabilidad que siempre se le exige al Sporting. Los dos proyectos contaron, sin embargo, con un amplio respaldo social, identificado con los valores y apuesta futbolística de sus técnicos.

En el actual vestuario rojiblanco hay varios testigos del último ascenso, el conseguido en la campaña 2007/08. Iván Hernández es el único superviviente dentro del apartado de los futbolistas. Canella, cedido al Deportivo de La Coruña esta temporada, no estará sobre el campo, pero a buen seguro se convertirá en uno más si llega la oportunidad de volver a celebrarlo. Iñaki Tejada, Gerardo Ruiz e Isidro repiten en el cuadro técnico, encabezado ahora por Abelardo. Los auxiliares, servicio médico, y departamento de prensa también disponen de varios de aquellos rostros.

Las redes sociales ya han comenzado a convertirse en panel en el que los sportinguistas muestran sus mensajes de cariño a Preciado ante la cercanía del aniversario de su fallecimiento. El sportinguismo valora como el mejor homenaje a la figura del cántabro, el poder brindarle un nuevo ascenso. Las menciones también sirven como aviso a los más despistados. La celebración, llegado el caso, no podrá ser como aquella, en un Molinón abarrotado que invadió el césped tras el pitido final. Tendrá que darse a mil kilómetros de Gijón, que confía siempre en su héroes.