"A mí no se me ocurre acordarme de nadie que no sean los míos". Sergio Ramos, avezado usuario de las redes sociales, debería de saber que cualquier declaración de una persona pública como él puede provocar un "efecto rebote" inmediato. Apenas unos minutos después de lanzarle el reproche a Piqué, los hinchas del Atlético de Madrid le recordaron su referencia post-Décima sobre quien manda en la capital del Reino. Hay otro servicio, seguro que inadvertido para el andaluz, llamado hemeroteca, muy útil para tapar la boca a los que van dando lecciones de compañerismo. El domingo 4 de mayo de 2008, tras amarrar en El Sadar su segunda liga consecutiva, Ramos y sus colegas se pasaron el vuelo de vuelta a Madrid acordándose del Barcelona, que se había diluido como un azucarillo tras un bienio mágico a pies de Ronaldinho. "Laporta quédate", cantaron una y otra vez Ramos y compañía, sin que aquello incendiara las tertulias televisivas ni pusiera a la gente en su contra en los partidos de la selección. Por cierto, Laporta se quedó... y ya nada fue lo mismo.