"No existe la casualidad, y lo que se nos presenta como azar surge de las fuentes más profundas", decía el filósofo alemán Friedrich Schiller. Ricardo de Burgos Bengoetxea representa un cúmulo de casualidades que siempre dejan al Sporting mal parado. La clamorosa mano de Fornals en el área, cuando los rojiblancos buscaban el empate en Málaga, se añadió a otra jugada similar que ya perjudicó los intereses rojiblancos hace dos campañas con el árbitro vasco como testigo. Lekic se topó en la Nueva Condomina con una estirada de Truyols para evitar el gol que daba el 1-2 a los gijoneses, y que, al igual que sucedió en La Rosaleda, terminó sin castigo.

La norma de puertas para adentro es evitar, en la medida de lo posible, más críticas hacia el colectivo arbitral. Las gruesas palabras de Abelardo en Granada han iniciado la intención de que ningún componente rojiblanco se pronuncie más al respecto, pero hay situaciones inevitables. Los jugadores de Sporting intentan morderse la lengua, pero el malestar es profundo. Mucho más después de escuchar las explicaciones ofrecidas por el propio De Burgos Bengoetxea en el terreno de juego. El vasco argumentó a los futbolistas que Fornals "tenía la mano pegada al cuerpo, la mano es involuntaria, claramente". Las imágenes hablan por sí solas.

Tercer precedente

No son ni uno ni dos los precedentes de manos en el área que De Burgos Bengoetxea dejó sin señalar al Sporting. Hay un tercer caso, aunque quizá no tan rotundo. El Molinón fue testigo de ello la pasada campaña, durante el encuentro de Copa ante el Valladolid. Los rojiblancos perdían por 0-1 cuando Lora avanzó por banda derecha y centró al área, encontrándose con el brazo extendido de un defensa pucelano que se había lanzado al suelo para cortar el cuero. De Burgos mantuvo su particular regla con el Sporting.