Pese a que el árbitro solo mostró tres tarjetas durante los noventa minutos, el derbi entre el Real Avilés y el Marino de Luanco tuvo sus momentos tensos y alguna que otra falta. No fue excesivamente bronco, pero una rivalidad sana va creciendo entre los dos equipos, en un derbi que gana tradición año a año. Eso sí, antes y después del choque abrazos y saludos se repartieron por doquier. No es para menos, porque trece jugadores entre ambas plantillas han vestido ya las dos camisetas, además del pasado cruzado de los miembros de ambos cuerpos técnicos.

Incluso en las filas del Marino hay jugadores que dieron una de las mayores alegrías a la afición blanquiazul, hace dos años con el play-off de ascenso a Segunda, y una de las tristezas que se quedan grabadas, la del descenso del año pasado tras caer en la última jornada en el puesto de promoción por la permanencia. De ahí, y del partido de la primera vuelta, que la grada estuviera dividida. Al saltar al césped el Marino recibió una ovación como pocos rivales han recibido en el Suárez Puerta. Sin embargo, durante el partido apareció algún que otro pitido, especialmente a Omar Sampedro. Y el cambio de Dani López ya en el descuento fue el mejor ejemplo de los sentimientos encontrados: mayoría de aplausos para el que fue lateral izquierdo del Avilés, frente a algún abucheo. Eso sí, los jugadores tan amigos no dudaron en juntarse en el centro del campo un rato más largo de lo habitual tras el pitido final.