En el área o fuera de ella, en la banda o fuera de ella, Cristiano Ronaldo nunca ha faltado a su cita con el gol. Ya suma 400 con el Madrid. Es el máximo anotador de la historia de la Champions (103 dianas), su competición fetiche: cuenta cinco pichichis y, tras el arreón ante el Bayern y el Atlético, ocho goles en tres partidos, ha presentado su candidatura al sexto pichichi y quién sabe si al Balón de Oro. El luso, que el martes volvió a ser el líder que siempre fue en el equipo blanco, es ante todo, en la banda o en el área, un depredador. Siempre depredador.
Hay un punto cíclico en este Cristiano Ronaldo bien entrado en la treintena, como también lo hay en Messi, demasiados años ya al máximo nivel. Esta temporada, la de su definitiva transición del costado al centro, de la potencia al remate, el portugués ha tardado en soltarse. En ese proceso ha escuchado los pitos del Bernabéu que tanto le molestan y que hoy, así de cambiante es el fútbol, ya no aparecen por ningún lado.
Y ha tardado en soltarse porque, principalmente, más allá de la necesaria adaptación, ya no lo juega todo (este curso 41 partidos de 54). Zidane le ha dosificado y le ha reservado para los partidos importantes. De hecho, es muy probable que mañana ante el Granada no juegue ni un minuto. Este es su nuevo rol, con el que ha alcanzado su mejor nivel en el momento decisivo del curso.
Sus números con el Madrid están ahí. Lleva ocho años de blanco y ha marcado 281 tantos en Liga, 88 en Liga de Campeones, 22 en Copa, 4 en Mundialitos, 3 en Supercopas de España y 2 en Supercopa de Europa. Su temporada menos efectiva fue la primera, con 33. En la 2014-2015 llegó a anotar 61 goles, su mejor marca. Por equipos, el Sevilla es su víctima preferida (23 goles), seguido del Atlético (21), el Getafe (20) y el Celta (18). En Europa, el Bayern de Múnich (9) es al que más ha marcado, por delante de Ajax (7), Schalke 04 (7) y Galatasaray (6). Un depredador.
