Como en el fútbol vales lo mismo que tu último resultado, ésta ha sido la semana de gloria de Pablo Machín y de miseria de Zinedine Zidane. Los dos entrenadores hicieron el domingo 29 de octubre lo mismo que llevan haciendo años, pero a Machín lo elevaron al cielo y a Zidane lo arrastraron por los suelos. Y que conste que el entrenador del Girona se merece esta repentina adoración porque se lo ha currado. Cogió el equipo al borde del descenso a Segunda B en los últimos trece partidos de la temporada 2013-14. En la siguiente rozó con los dedos el ascenso a Primera, frustrado en el último segundo del último partido por un tal Caballero, del Lugo. En 2015-16 pasó algo parecido, pero Machín no se rindió. A la tercera fue la vencida, sin agobios de última hora y con un fútbol convincente, el que propicia un 3-5-2 en el que los carrileros son más extremos que defensas. Así le ganó hace ocho días al Madrid, desatando una tremenda crisis para su vecino de banquillo. Zidane también hizo ese día lo mismo que ha llevado al Madrid a ganar dos copas de Europa consecutivas y una Liga. Pero nada, de repente retrocedió al papel de becario de Florentino cuando sustituyó a Benítez en enero de 2016.