La etapa de Paco Herrera en el banquillo del Sporting se cerró el martes como estaba cantado desde la derrota en el Miniestadi. La situación era insostenible, entre otras cosas porque el entrenador no estaba en condiciones de afrontar con garantías el partido de ayer frente al Tenerife. No hubiese sido bueno para él ni para el equipo. Herrera no era el único culpable de la marcha del Sporting, pero su salida sí puede ser la solución. Más que los resultados o la clasificación, reversibles por la duración infinita de la Segunda, el cambio era obligado para despejar la nube negra que se había instalado sobre el club. Herrera dejará un saldo numérico negativo, pero en lo personal ha confirmado todas las expectativas favorables con que llegó. Ha sido profesional, honesto y, como colofón, generoso al perdonar cantidades importantes de su contrato, según reconoció públicamente el club en la asamblea. Así que el desenlace de la crisis puede ser bueno para el Sporting y mejor para Herrera, que ha dejado de sufrir inútilmente.
