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El tierno proyecto de Baraja tiene un peaje en el Tartiere

Como el estado de ánimo de los dos grandes del fútbol asturiano se mide tanto por su situación general en la tabla, como en relación a su rival, el Sporting llega al derbi en una situación cuanto menos comprometida. El equipo afrontó la temporada con la presión de ser un recién descendido, de contar con uno de los presupuestos y límites salariales más altos de la categoría y, por si fuera poco, de volver a coincidir con el Oviedo después de catorce años en los que nadie le pudo discutir la supremacía, al menos deportiva, en Asturias. Veinticuatro jornadas después, la pelota está en el tejado.

Por el camino se han quedado Paco Herrera y un puñado de jugadores que no han respondido a las expectativas que despertó el fichaje de un director deportivo que llegó con todas las bendiciones. Miguel Torrecilla ha tenido una segunda oportunidad, la que él no dio al entrenador que eligió para liderar el proyecto. Es pronto para pedirle explicaciones a Rubén Baraja, un entrenador que todavía no ha sido capaz de trasladar fuera de casa lo bueno que se intuye en El Molinón.

Mientras encuentra su camino, con las prisas lógicas por el retraso en la clasificación, Baraja tuvo la suerte de llegar justo cuando el equipo recuperaba a Sergio, un mediocentro que representa los mejores momentos del Sporting en las últimas temporadas. El club, además, le ha puesto a su disposición a varios jugadores que deberían de elevar el nivel. El 1-1 del derbi de El Molinón no tuvo un efecto negativo inmediato para el Sporting. Una vuelta después, un resultado negativo en el Carlos Tartiere puede conllevar unas consecuencias difíciles de prever.

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