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Fútbol grande

La final del Campeonato de Europa de fútbol sala dejó un campeón y muchos ganadores

En la prórroga del Portugal-España, la final del Campeonato de Europa de fútbol sala, Ricardinho cayó lesionado en una jugada con Pola, compañero del portugués en el Inter Movistar. Ricardinho, unánimente considerado el mejor jugador del mundo, se retiró cojeando, con una bolsa de hielo en el tobillo mientras el partido consumía sus últimos minutos. Entonces ocurrió el prodigio. En su camino hacia el banquillo, los gritos de ánimo no procedían sólo de la hinchada portuguesa, sino que los españoles se unieron al reconocimiento. Acabada la final, de la forma más cruel posible para España, el seleccionador español, José Venancio, mezclaba la decepción por la derrota con la alegría porque el mejor individualmente alcanzase su primer título colectivo. Fueron gestos que engrandecen a sus protagonistas y demuestran que el fútbol sala sólo es pequeño por el tamaño de la pista, el balón o las porterías. España y Portugal se batieron el cobre a base de bien, hubo mucho contacto y algún roce, pero al final reinó una deportividad difícil de ver en el otro fútbol. Y lo mejor de todo es que los que dieron ejemplo fueron los españoles, que después de ganar siete europeos supieron perder uno.

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