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Rugby

Entre el barro y la nada

Casos como el del Oviedo y el Candás ponen en evidencia los problemas de los clubes asturianos para encontrar campo

Una acción del partido Real Oviedo Rugby-Durango en el campo del Naranco. JULIÁN RUS

Asturias no es ajena al estirón del rugby en España (un 13 por ciento más de licencias al año), con una particularidad: cuantos más practicantes, menos campos. En el paraíso de los prados cuesta encontrar terrenos en condiciones para el balón ovalado. El caso del Naranco, un fangal famoso en toda la zona norte, no es el único. El Candás Rugby, fundado hace año y medio, tiene que salir de Carreño para jugar sus partidos. El Cowper de Oviedo y el Pilier de Grado también tienen problemas, pero van tirando.

El Naranco nunca fue un campo con las condiciones mínimas para la práctica del rugby, pero un invierno especialmente crudo lo convirtió en un símbolo: el del escaso peso del rugby asturiano ante las instituciones. Han tenido que repetirse las quejas de los directivos del Real Oviedo, las imágenes de jugadores con barro hasta las cejas y la suspensión de un partido para que llegara una solución. El Principado tramita la cesión de los terrenos al Ayuntamiento, que se encargará de su arreglo y mantenimiento.

Peor están en Candás, donde su joven club no ha encontrado acomodo en ningún campo municipal. Lo explica su presidente, Íñigo Varela: "Al principio entrenábamos en la playa, hasta que el Ayuntamiento nos facilitó el sintético de La Mata. Pero es de los antiguos y nos abrasamos la piel en cada caída. Hay cuatro campos de hierba natural en el concejo, pero están todos dedicados al fútbol. Estamos hablando con los directivos del Victoria, que tienen la mejor disposición, pero de momento no hay acuerdo".

Así que el Rugby Candás tiene que salir del concejo incluso jugando como local, lo que le obliga a asumir más gastos de los habituales: "Alquilar La Morgal son unos 120 euros, más la gasolina que gastamos. Esto también perjudica al comercio y la hostelería de Candás, que se porta muy bien con nosotros, porque no podemos hacer allí el tercer tiempo, que supone entre 150 y 200 euros por partido". Varela destaca el buen trato del Ayuntamiento, pero también se queja de que "hay dinero para lo que hay".

Íñigo Varela considera que el problema de Oviedo les perjudicó "porque los equipos de fútbol dicen que si nos dejar jugar les destrozamos el campo. En otros países los comparten y aquí el Belenos, desde 2003, tiene equipos de rugby y de fútbol". Pese a tanta precariedad, Varela se asombra de que siga llegando gente para jugar en el Rugby Candás: "Ya somos 25 y tenemos equipo femenino, pero como no se solucione no sé cuanto podremos aguantar".

Aparentemente, el Cowper de Oviedo es un privilegiado, al entrenar y jugar en el campo de San Lázaro. Algo que desmiente con datos Santiago González, Tato, director deportivo del club, capitán del equipo senior y entrenador del femenino: "El campo es municipal, pero lo gestiona una empresa que nos cobra 12.000 euros al año por los entrenamientos y los partidos, con lo que se nos va la subvención municipal". Tato entiende las quejas del Oviedo, pero destaca que "jugar en el Naranco le cuesta cero euros".

Más problemas, según Tato: "Si subimos de categoría y viene un árbitro un poco escrupuloso, no nos deja jugar. El foso de longitud tiene una reja metálica que puede ser peligrosa si alguien cae. Y la zona de lanzamiento de peso está muy cerca". Tato González asegura que "no dejamos de movernos en busca de soluciones, pero el problema es que no hay ni una instalación de rugby en Oviedo".

Sí la tienen en Grado, desde que los integrantes del Pilier convirtieron una escombrera en el campo de El Casal. "Cuando entré de presidente hace cuatro años", explica José Luis Lorenzo, "nos dedicamos a quitar piedras y echar tierra vegetal. Propuse al Ayuntamiento un drenaje longitudinal y lo hicieron". Suficiente para un club que no tiene equipos inferiores y sólo se entrena dos veces a la semana.

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