Tiene que ser una broma. No puede ser verdad que nos quedemos sin Andrés Iniesta con tanto fútbol aún por ofrecer. Por si quedaba alguna duda, la final de Copa sirvió para demostrar que Iniesta es un futbolista aún instalado en la excelencia, capaz de aguantar un año más, como mínimo, entre los mejores. Las ovaciones que se está llevando en todos los campos no son de admiración a un prejubilado, sino por encima de todo el reconocimiento a una capacidad futbolística intacta. A diferencia de tantos otros que han elegido para sus últimos días la Liga china, o la norteamericana, Iniesta tiene sitio más que ganado en uno de los grandes de Europa. Al contrario que la pasada temporada, cuando Luis Enrique lo dosificó incluso en exceso, Ernesto Valverde no ha dejado ninguna duda de su importancia para el equipo. Con hechos, haciéndole sentirse titularísimo, y con palabras como las que pronunció el sábado tras su exhibición en la final de Copa: "Hubiera dado un brazo como jugador para hacer un control como hace Andrés". Un control, un regate, un remate como el de su gol frente al Sevilla. Quizá su último gran gol porque incluso para eso Andrés siempre fue muy exquisito.
