Oviedo,

El rescate sucesivo de Grecia (mayo de 2010), Irlanda (noviembre) y ahora Portugal, por las costosas condiciones a las que debían hacer frente estos países para financiarse por el recelo creciente de los mercados a que no pudieran cumplir sus compromisos de pago, ha restablecido la vigencia de un concepto peyorativo con el que el mundo anglosajón -paradigma del poder financiero- tildó a los países periféricos y sobre todo mediterráneos. Los llamados «pigs» (acrónimo de Portugal, Italia, Grecia y España y que en inglés también significa «cerdos») pasó a ser un «club de malditos», ampliado luego a Irlanda bajo una nueva formulación: «piigs».

Cuando entre 1996 y 2007 algunos de estos países sacaron pecho con crecimientos exuberantes y generación de empleo a raudales merced a una gran «burbuja» inmobiliaria, alimentada por tipos de interés bajísimos y un endeudamiento privado -y además externo- descomunal, la prensa anglosajona dio en llamarlos «PIGS voladores» y vaticinó, con gran enojo de los aludidos, que los «cerdos voladores acabarían por aterrizar en el lodazal de la porqueriza».

Ahora, como si se tratase de un guión pautado, al estilo de la secuencia tenebrosa de «Diez negritos», la novela de Agatha Christie, en la que, uno tras otro, los sospechosos van pereciendo al compás de los designios de una canción de cuna de malos presagios, los mercados financieros internacionales ya han llevado a tres de los «pigs» al borde de la asfixia, bajo la presión al alza de la prima de riesgo y la exigencia de remuneraciones crecientes a sus bonos públicos.

Hasta ahora los dos únicos países que habían sucumbido y habían pedido el rescate para eludir la potencial suspensión de pagos (Grecia e Irlanda) llegaron a esta situación con políticas económicas y gobiernos conservadores y liberales, por más que los griegos hubiesen dado un giro a la izquierda justo antes del desastre. Ahora, con Portugal, se incorpora al club de los caídos un país regido por la socialdemocracia. En el resto de los países sobre los que los mercados concentraron sus desconfianzas desde 2010 y que parecían candidatos a ser las siguientes víctimas (España, Italia y, en menor medida, Bélgica) también se dan situaciones políticas heterogéneas. Ahora España lleva meses alejándose de la zona de peligro y su prima de riesgo ha seguido retrocediendo justo cuando se temía que la caída de Portugal colocaría al país ante el abismo. La política de ajuste emprendida en septiembre de 2009, y reforzada en mayo de 2010; las reformas de pensiones, mercado laboral y sistema financiero, el recorte del déficit en 2010, incluso ligeramente por encima de lo comprometido; el buen comportamiento de las exportaciones, el crecimiento del PIB (insuficiente, pero superior a todas las previsiones, incluida la del Gobierno, que fue quien menos se equivocó), el repunte el mes pasado de las afiliaciones a la Seguridad Social (pese a que sigue creciendo el paro), y, sobre todo, la manifiesta voluntad del país de cumplir sus compromisos, han introducido elementos de sosiego y han dado paso a una tregua -se verá si definitiva o temporal- justo cuando todos los vaticinios habían colocado a España como la siguiente ficha de dominó llamada a caer.

Esta desconfianza sobre los «pigs» tiene una parte de prejuicio y otra de constatación de hechos.

La gran industria financiera, los «hedge fund», los magnos fondos de inversión, los grupos con más influencia en los mercados y las agencias de calificación crediticia residen en países centrales y anglosajones que ven con desconfianza siempre a los periféricos, y más si son -todos menos Irlanda- latinos y meridionales. Se trata además de países de tradición no calvinista, y cuando las crisis desatan el desconcierto y el miedo, la credibilidad y la fiabilidad de los mercados sigue inclinándose por la clásica percepción de Max Weber, que liga la moral luterana con las esencias genuinas del capitalismo y con el éxito como vía de realización. Pesan también prejuicios históricos: España tiene el récord mundial de suspensiones de pagos desde el siglo XVI.

Pero la existencia de este tipo de atavismos no niega la constatación de debilidades y desequilibrios estructurales en los países periféricos que los colocan en la primera línea de la sospecha cuando sobreviene un derrumbe de la confianza.

Los «pigs» -todos o algunos, según casos- presentan rasgos que agudizan la desconfianza cuando los flujos financieros se ven impelidos a discriminar en razón de la solvencia: alta exposición al sector inmobiliario, escaso peso tecnológico, dependencia del turismo y los servicios no avanzados, predisposición a actividades con bajo valor añadido, fuerte componente manual en sus actividades -que les permiten una gran creación de empleo en tiempo de bonanza y una durísima destrucción en época de dificultad-, déficit exterior, alta financiación externa y otros.

Grecia, Italia, España, Portugal y Bélgica -otro país que se vio cuestionado en los últimos meses- son los líderes tradicionales, por este orden, de la economía sumergida en la UE. Grecia, España, Italia y Bélgica encabezan la morosidad habitual en los pagos en Europa. Irlanda, Grecia, España, Portugal e Italia fue donde más creció la deuda externa y son los países energéticamente más dependientes. España, Grecia, Italia, Portugal y Bélgica son las naciones cuyas exportaciones tienen menor porcentaje de alta tecnología. El ahorro interno de Grecia, España, Irlanda y Portugal se desplomó a partir de 1996. Muchos de estos países -Irlanda, Portugal, España y Grecia- incurrieron en una elevadísima deuda familiar tras incorporarse al euro, casi siempre ligada a la compra de vivienda y al «boom» inmobiliario, y que la crisis convirtió en el «pinchazo» de una gran «burbuja». Italia, Grecia, Bélgica tienen las mayores deudas públicas de la UE y Portugal, la sexta. E Irlanda, Portugal y España tienen las empresas más endeudadas. El déficit público se disparó desde la crisis en Irlanda, Grecia, España y Portugal.

El elevadísimo endeudamiento privado de estos países -y en ocasiones también público, aunque no en España, que lo tiene por debajo de la media de la UE- se agrava porque todos ellos, salvo Irlanda, están en posiciones muy discretas en riqueza (PIB) por habitante respecto a la media (España e Italia) o por debajo (Grecia y Portugal), lo que agrava el grado de apalancamiento en el que incurrieron.

Se trata de economías (Portugal, Grecia, España e Italia) con escaso valor añadido por empleo y en algunos (Bélgica, España, Italia, España y Portugal) se habían encarecido los costes laborales unitarios. Grecia, Bélgica, Portugal y España mantienen tasas de inflación superiores a la media, con la consiguiente pérdida de competitividad.

Y además son países con bronca política interna: Bélgica lleva nueve meses sin gobierno, el anterior ejecutivo griego falsificó las estadísticas, Berlusconi va de escándalo en escándalo, en España no hay entendimiento entre Gobierno y oposición, y en Portugal ahora tampoco.