Desde la promulgación del Estatuto de los Trabajadores, en 1980, en España se han hecho 53 reformas laborales de mayor o menor alcance. Pero ninguna tan contundente como la que ayer entró en vigor.

La justificación al uso asegura que España lidera la tasa de paro de la OCDE por la singularidad de su regulación laboral, la rigidez y costes diferenciales de su mercado de trabajo y la ineficiencia de su modelo de negociación colectiva. Pero con esos mismos rasgos España lideró hasta 2008 la creación de empleo en Europa.

Parte del problema viene de ahí. Ningún otro país experimentó un incremento tal de su tasa de población activa en el período boyante. España aumentó su población en 5 millones de personas (el 12,2%) en siete años (2001-2008) tras una fortísima atracción inmigratoria ejercida por el raudo crecimiento nacional.

El derrumbe de la actividad internacional en 2008 destruyó más puestos de trabajo justo allí donde más habían aumentado por aluvión en los años precedentes, casi siempre ligados a empleos de baja cualificación y poco valor añadido. Y esto ocurrió, con independencia de su modelo y legislación laborales, en los países que más crecieron con la «burbuja» y especulación inmobiliarias y el endeudamiento privado masivo: EE UU, Reino Unido, Irlanda y, sobre todo, España. Ningún otro país había confiado, como España, el 13% de su PIB a la construcción, un sector que se desplomó por la crisis edificatoria, primero, y el ajuste de la obra pública, después.

El comportamiento volátil de la economía española, que crece más que otras en épocas alcistas y se desploma más que el resto en los períodos depresivos, no es un rasgo específico y singular del mercado laboral nacional. Ocurre lo mismo con otros indicadores de la economía española. Esta pulsión guarda más relación con la tipología de nuestro patrón de crecimiento, estructura de producción, especialización sectorial, dependencia energética y tipología y origen de los capitales que con la regulación y la normativa vigentes.

Se asegura que una mayor liberalización de las relaciones laborales en España impedirá que el país vuelva a liderar el «ranking» del paro en futuras crisis. Pero EE UU duplicó su tasa de paro entre 2008 y 2011 por la misma causa que España (los excesos perpetrados en sus sectores inmobiliario y de crédito), pese a que es el país avanzado con el mercado laboral más desregulado, menor sindicalización, despido más libre y barato y mayor movilidad laboral del mundo.

España supera hoy a cualquier otro país en tasa de paro sobre población activa (22,9%, el doble que la media europea). E incluso en los momentos estelares de la economía, y pese a haber creado entonces más empleo que el resto de la UE, España siguió con más paro que los demás. Con Aznar el desempleo oficial no bajó de 1,94 millones de personas y del 11,4% de la población activa, y con Zapatero sólo descendió hasta 1,81 millones y el 8,3% de tasa.

Pero todos los estudios disponibles apuntan a que España es el segundo país de Europa (sólo después de Grecia) con más economía sumergida (23,3% del PIB). Es decir, con más actividad y empleo ocultos. De modo, que, siendo gravísimas las cifras de desempleo y dramática la situación de muchísimas familias, en modo alguno hay hoy en España -según ya han denunciado OCDE, Funcas, Gestha y otros organismos y colectivos- los 5 millones de parados que dicen las estadísticas.

El fortísimo endeudamiento de empresas y familias españolas (y en consecuencia también de la banca con el exterior) como consecuencia del intenso apalancamiento acumulado durante los años del «milagro español» ha sido otro factor demoledor para la sostenibilidad del empleo y también de empresas y familias cuando el hundimiento de Lehman Brothers abocó al bloqueo de los flujos crediticios internacionales que financiaban nuestro patrón de crecimiento.

Pero el liderazgo en desempleo tampoco es ajeno a nuestro reducido gasto en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i). España está por debajo de la media europea en proporción al PIB del país.

Un estudio realizado por Luis Garicano y otros economistas evidenció que, a igualdad de tamaño y escala de negocio, las empresas españolas son, por término medio, igual de competitivas que las de la UE, mientras que el conjunto de la economía nacional lo es menos que la europea. El factor explicativo es que España tiene un mayor predominio de pequeñas empresas (casi el 90% no superan los 10 trabajadores) y que esto determina la debilidad nacional porque las pymes son menos competitivas por lo general que las grandes compañías.

La escuela de negocios Esade acaba de confirmar que la mayor desaparición de empresas en España en esta crisis se ha producido precisamente en las pymes, y sobre todo en las de 26 a 49 empleados. A partir de ahí la mortalidad empresarial decae a medida que crece el tamaño, y lo mismo por debajo de esa escala, aunque la mayor capacidad de supervivencia se concentra en las empresas muy grandes, es decir, allí donde la economía española está menos representada. El número de empresas con más 5.000 empleos no sólo no se redujo, sino que aumentó durante la crisis.

España tiene además uno de los más altos índices de deserción escolar y las estadísticas europeas confirman que hay una relación directa entre fracaso educativo y tasa de paro en todos los países. Esto también se verifica entre regiones españolas.

La tasa de paro en España no es homogénea. Con igual normativa laboral, regulación y relaciones laborales y modelo de negociación colectiva (comunes para todo el país) hay regiones en España que están cerca de la media europea de desempleo y otras que triplican esa tasa.

Pero esta diversidad de índices de paro no es aleatoria ni dispersa, sino que sigue una ordenada y escrupulosa escala gradual (véase el mapa) de más a menos según se desciende de Norte a Sur, determinando así cuatro grandes franjas por intensidad de desempleo, lo que guarda relación con las diferencias de estructura empresarial y especialización productiva de esas áreas.

Este reparto zonal no es caprichoso. Coincide con exactitud con el mapa del fracaso escolar español. A mayor deserción docente y a menor cualificación formativa, más paro. También tiene que ver con la tipología empresarial: el predominio de actividades con mayor capital fijo, más intensivas en capital y con empleo más cualificado es mayor cuanto más al Norte, y descienden, a la inversa, cuanto más al Sur. Lo mismo ocurre con el predominio industrial: las regiones con menos paro son aquéllas en las que más peso tiene la industria en su PIB. País Vasco y Navarra, primero, y el resto de las regiones de la mitad norte, después, son, por este orden, las comunidades con mayor peso industrial y, a la vez, con menos paro. Y ello porque las actividades con mayor valor añadido y músculo financiero aguantan más tiempo las crisis y porque, al precisar personal cualificado y más difícil de reclutar cuando repunte la demanda, son las que más se resisten al despido como vía inmediata de ajuste de capacidad.