Gijón, J. L. SALINAS

-¿Cuánta gente hay?

-Mucha. Hacía tiempo que no veía a tanta junta.

La pregunta la hace una de las personas que ayer acompañó a la multitudinaria manifestación que recorrió las calles de Gijón para exigir al Gobierno que rectifique su reforma del mercado de trabajo. La respuesta la daba uno de los policías que apoyado sobre su moto controlaba la gente, en su mayoría atechada bajo sus paraguas, accedía a las inmediaciones de la plaza del Ayuntamiento gijonés. A las doce y media de la mañana, media hora después de que la cabecera de la manifestación partiera del Humedal, en el interior de la plaza era difícil encontrar sitio. «No recuerdo una manifestación tan multitudinaria», aseguraba un sindicalista.

Ni la lluvia mermó los ánimos. «Que llueva tiene un lado negativo y otro positivo», señalaba otro sindicalista antes de salir, «la negativa es que habrá gente que se habrá quedado en casa y lo positivo es que como iremos con paraguas pareceremos más».

En las horas previas al inicio de la protesta a la ciudad asturiana habían llegado casi medio centenar de autobuses. Cientos de coches aparcaban a la entrada de la ciudad, muchos sobre las aceras, y los trenes procedentes de Oviedo llegaban a la estación de Sanz Crespo abarrotados. A pesar de lo multitudinario, la marcha fue bastante tranquila. De hecho, durante muchos metros los manifestantes que realizaban el recorrido permanecían casi en silencio. En las escaleras de acceso a la biblioteca pública de Gijón alguien llegó a comentar: «Esto parece una marcha de Semana Santa». Tampoco fue una manifestación que destacara por los mensajes en las pancartas. La mayoría de los pocos que había reclamaban que se acabaran ya los despidos, y la mayoría reclamaban una huelga general.

Un grupo de encapuchados trató al principio de la manifestación de reventar la marcha. Sosteniendo una bandera de Grecia y con una pancarta en la que se leía «No hay nada que negociar», caminaron de espaldas durante varios metros frente a la cabecera oficial de la manifestación, hasta que la Policía les obligó a dejar su protesta. Tras las intervenciones de los líderes sindicales, a escasos minutos de las dos de la tarde y cuando mucha gente ya había emprendido el camino de vuelta a casa, más de un centenar de manifestantes, ligados al movimiento del 15-M, entraba en la plaza al grito de «No estamos indignados, estamos cabreados».

A la hora de la manifestación, en la red social Twitter se libraba una batalla dialéctica entre los que estaban a favor de la protesta y los que estaban en contra. Los «hashtags» (grupos de discusión) durante el transcurso de las protestas eran «razones para el 19-F» y «Fuera sindicatos». En el primero se cargaba contra la reforma laboral y en el segundo se criticaba la atonía de los sindicatos en los años del Gobierno del PSOE. Ambos se mantuvieron varias horas como los temas más comentados.