Oviedo / Madrid

La desconfianza en el rumbo de la economía española, las dudas sobre el sector financiero, la adversidad de Repsol en Argentina y los resultados de un movimiento de la constructora ACS en Iberdrola formaron ayer un cóctel que desencadenó el pánico vendedor en la Bolsa de Madrid. El Ibex 35 sufrió la mayor caída del año (-3,99%) y descendió a niveles de 2009. En el mercado de deuda, la prima de riesgo española bajó ligeramente, aunque se mantiene en zona de alta tensión ante la colocación de bonos que hoy realizará el Tesoro.

La sesión de ayer retrató las muchas dudas que los inversores tienen sobre España, con una avalancha de ventas de títulos de los sectores medulares del mercado bursátil: bancos, compañías energéticas y constructoras. Hubo una cadena de acontecimientos que la precipitaron. En primer lugar, la decisión de la constructora ACS de desprenderse del 3,69% de Iberdrola. El grupo que preside Florentino Pérez -con la familia March y los «Albertos» como accionistas principales- ha tenido en esa operación unas minusvalías de 540 millones de euros, pero aun así ha vendido apremiado por la necesidad de reducir deuda. ACS e Iberdrola estuvieron suspendidas de cotización. A su regreso, los inversores castigaron a ambos: ACS acabó perdiendo el 6 por ciento, e Iberdrola, el 7,87%.

La chispa de Iberdrola se sumó a la mecha prendida el lunes en Repsol por la expropiación de YPF en Argentina. La petrolera cayó más del 6% y uno de sus principales accionistas, Sacyr-Vallehermoso, se despeñó el 10,36%. El cortocircuito alcanzó también a Gas Natural-Fenosa (-4%) y a Endesa (-5,43%). Y se contagió a otros valores singulares como las constructoras FCC (-6,17%), Abengoa (-5,87%) y Acciona (-5,67%), y el fabricante de aerogeneradores Gamesa (-5,03%). Y Telefónica, la primera multinacional española y la más valiosa de las compañías del Ibex, se dejó el 4,15 por ciento.

Entre los expertos abundó la impresión de que el derrumbe de ayer refleja la huida de los inversores institucionales extranjeros (bancos, fondos de inversión y de pensiones, otras sociedades colectivas de inversión...) de las empresas cotizadas españolas. Una evidencia de la escalada de desconfianza sobre el país. Según esas mismas impresiones, el nerviosismo resultó alimentado por unas declaraciones del presidente del Bundesbank (banco central alemán) y consejero del BCE, Jens Weidmann, quien advirtió de que la institución europea no está para resolver los problemas concretos de ningún país. «No deberíamos proclamar que se acerca el fin del mundo cuando los intereses a largo plazo de un país temporalmente superan el 6%», apuntó Weidmann sobre el rendimiento que han llegado a exigir los inversores para poner dinero en deuda española. Weidmann pertenece a la línea dura del BCE, partidaria de ser extraordinariamente restrictiva con las intervenciones en auxilio de los países. El Eurobanco lleva semanas sin comprar bonos en el mercado secundario de deuda (para rebajar la presión), a pesar del acoso que ha sufrido sobre todo España.

El drama bursátil lo redondeó el sector financiero, donde está puesto el principal foco de los temores sobre España. Ayer se conoció que la tasa de morosidad ha escalado al 8,15 por ciento, acercándose al máximo histórico de 1994 (9,15%). Es un dato revelador de cómo el deterioro de la economía real está socavando los balances de la banca. La reacción de los inversores fue una oleada de ventas, acelerada también por las dudas sobre cómo se financiará la reestructuración en marcha (el Fondo de Garantía de Depósitos está casi seco y el déficit limita el uso de dinero público). La avalancha de ventas provocó caídas superiores al 3 por ciento en los principales bancos (salvo Bankia, que perdió el 1 por ciento).

El resto de bolsas europeas registró descensos más tibios que el sufrido por el Ibex 35: el selectivo español está en 7.079 puntos, menos de la mitad que en 2007, antes del arranque de la gran recesión.