La política de concentración fabril que ahora pretende acometer el licencitario y envasador único para España de las bebidas refrescantes de la multinacional estadounidense Coca-Cola ya se aplicó con anterioridad en distintas fases en el mercado español, cuando las entonces diversas compañías envasadoras redujeron su red de fábricas de casi 50 a las 11 actuales. El nuevo repliegue aspira a dejar las factorías en 7.

Esta nueva ofensiva obedece a la política de fusiones que impulsa la multinacional en todos los países y en los que induce a sus franquiciados a que se unan en una sola empresa por país. La unificación tiene como objetivo, según la multinacional, simplificar la interlocución en cada nación con sus socios envasadores locales, a los que les cede el uso de las marcas y les suministra el jarabe con la fórmula de la Coca-Cola a cambio del pago de "royalties". En EE UU la multinacional creó un Comité de Alianzas para impulsar las fusiones. También la inspiró en España, donde hasta el año pasado había siete empresas distintas -aunque muchas con accionistas cruzados-con once fábricas que envasaban Coca-Cola, Fanta y otras marcas. Aunque la fusión de empresas no tiene por qué implicar cierres fabriles (de hecho en España se descartó la clausura de fábricas cuando hace dos años se anunció la integración accionarial), las empresas suelen ver en estos procesos de unificación una oportunidad para reducir plantilla, dispersión de centros productivos y costes.

Así ocurrió en EE UU, en México y en otros países latinoamericanos. En 2006 la fórmula se aplicó en Reino Unido, Francia y Bélgica. En estos tres países la creación de un licenciatario único conllevó el cierre de plantas y la desaparición de 600 empleos.